Página 75 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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El diluvio
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fundamente convencidos, y hubieran atendido la amonestación; pero
eran tantos los que se mofaban y los ridiculizaban, que terminaron
por participar del mismo espíritu, resistieron a las invitaciones de la
misericordia, y pronto se hallaron entre los más atrevidos e insolen-
tes burladores; pues nadie es tan desenfrenado ni se hunde tanto en
el pecado como los que una vez conocieron la luz, pero resistieron
al Espíritu que convence de pecado.
No todos los hombres de aquella generación eran idólatras en el
sentido estricto de la palabra. Muchos profesaban ser adoradores de
Dios. Alegaban que sus ídolos eran imágenes de la Deidad, y que
por su medio el pueblo podía formarse una concepción más clara
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del Ser divino. Esta clase sobresalía en el menosprecio del mensaje
de Noé. Al tratar de representar a Dios mediante objetos materiales,
cegaron sus mentes en lo que respectaba a la majestad y al poder
del Creador; dejaron de comprender la santidad de su carácter, y la
naturaleza sagrada e inmutable de sus requerimientos.
A medida que el pecado se generalizaba, les parecía cada vez
menos grave, y terminaron por declarar que la ley divina ya no
estaba en vigor; que era contrario al carácter de Dios castigar la
transgresión; y negaron que sus juicios se harían sentir en la tierra.
Si los hombres de aquella generación hubieran obedecido la ley
divina, habrían reconocido la voz de Dios en la amonestación de su
siervo; pero al rechazar la luz sus mentes se habían vuelto tan ciegas,
que creyeron de veras que el mensaje de Noé era un engaño.
No fueron las multitudes o las mayorías las que se colocaron
de parte de lo justo. El mundo se puso contra la justicia y las leyes
de Dios, y Noé fué considerado fanático. Satanás, al tentar a Eva
para que desobedeciese a Dios, le dijo: “No moriréis.”
Génesis 3:4
.
Grandes hombres del mundo, honrados y sabios, repitieron lo mismo.
“Las amenazas de Dios—dijeron—tienen por fin intimidarnos y
nunca se realizarán. No debéis alarmaros. Nunca se producirá la
destrucción de la tierra por el Dios que la hizo ni el castigo de
los seres que él creó. Podéis estar tranquilos; no temáis. Noé es
un descabellado fanático.” El mundo se reía de la locura del iluso
anciano. En vez de humillar sus corazones ante Dios, persistieron en
su desobediencia e impiedad, como si Dios no les hubiera hablado
por su siervo.