Página 78 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
La misericordia dejó de suplicar a la raza culpable. Las bestias de
los campos y las aves del aire habían entrado en su refugio. Noé y su
familia estaban en el arca; “y Jehová le cerró la puerta.”
Vers. 16
. Se
vió un relámpago deslumbrante, y una nube de gloria más vívida que
el relámpago descendió del cielo para cernerse ante la entrada del
arca. La maciza puerta, que no podían cerrar los que estaban dentro,
fué puesta lentamente en su sitio por manos invisibles. Noé quedó
adentro y los que habían desechado la misericordia de Dios quedaron
afuera. El sello del cielo fué puesto sobre la puerta; Dios la había
cerrado, y sólo Dios podía abrirla. Asimismo, cuando Cristo deje
de interceder por los hombres culpables, antes de su venida en las
nubes del cielo, la puerta de la misericordia será cerrada. Entonces
la gracia divina ya no refrenará más a los impíos, y Satanás tendrá
dominio absoluto sobre los que hayan rechazado la misericordia
divina. Pugnarán ellos por destruir al pueblo de Dios; pero así como
Noé fué guardado en el arca, los justos serán escudados por el poder
divino.
Durante siete días después que Noé y su familia hubieron entrado
en el arca, no aparecieron señales de la inminente tempestad. Durante
ese tiempo se probó su fe. Fué un momento de triunfo para el mundo
exterior. La aparente tardanza confirmaba la creencia de que el
mensaje de Noé era un error y que el diluvio no ocurriría. A pesar
de las solemnes escenas que habían presenciado, al ver cómo las
bestias y las aves entraban en el arca, y el ángel de Dios cerraba
la puerta, continuaron las burlas y orgías, y hasta se mofaron los
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hombres de las manifiestas señales del poder de Dios. Se reunieron
en multitudes alrededor del arca para ridiculizar a sus ocupantes con
una audacia violenta que no se habían atrevido a manifestar antes.
Pero al octavo día obscuros nubarrones cubrieron los cielos. Y
comenzó el estallido de los truenos y el centellear de los relámpagos.
Pronto grandes gotas de agua comenzaron a caer. Nunca había
presenciado el mundo cosa semejante y el temor se apoderó del
corazón de los hombres. Todos se preguntaban secretamente: “¿Será
posible que Noé tuviera razón y que el mundo se halle condenado a
la destrucción?” El cielo se obscurecía cada vez más y la lluvia caía
más aprisa. Las bestias rondaban presas de terror, y sus discordantes
aullidos parecían lamentar su propio destino y la suerte del hombre.
Entonces “fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las