Página 87 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Después del diluvio
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está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor
alrededor [del trono]. Esta fué la visión de la semejanza de la gloria
de Jehová.”
Ezequiel 1:28
. Juan el revelador declara: “Y he aquí,
un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno
sentado.... Y un arco celeste había alrededor del trono, semejante
en el aspecto a la esmeralda.”
Apocalipsis 4:2, 3
. Cuando por su
impiedad el hombre provoca los juicios divinos, el Salvador intercede
ante el Padre en su favor y señala el arco en las nubes, el arco iris
que está en torno al trono y sobre su propia cabeza, como recuerdo
de la misericordia de Dios hacia el pecador arrepentido.
A la seguridad dada a Noé respecto al diluvio, Dios mismo ligó
una de las más preciosas promesas de su gracia: “Juré que nunca
más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no
me enojaré contra ti, ni te reñiré. Porque los montes se moverán, y
los collados temblarán; mas no se apartará de ti mi misericordia, ni
el pacto de mi paz vacilará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de
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ti.”
Isaías 54:9, 10
.
Cuando Noé vió las poderosas fieras que salían con él del arca,
temió que su familia, compuesta de ocho personas solamente, fuese
devorada por ellas. Pero el Señor envió un ángel a su siervo con este
mensaje de seguridad: “Y vuestro temor y vuestro pavor será sobre
todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo
que se moverá en la tierra, y en todos los peces del mar: en vuestra
mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para
mantenimiento: así como las legumbres y hierbas, os lo he dado
todo.”
Génesis 9:2, 3
. Antes de ese tiempo, Dios no había permitido
al hombre que comiera carne; quería que la raza humana subsistiera
enteramente con los productos de la tierra; pero ahora que toda cosa
verde había sido destruída, les dió permiso para que consumieran
la carne de los animales limpios que habían sido preservados en el
arca.
Toda la superficie de la tierra fué cambiada por el diluvio. Una
tercera y terrible maldición pesaba sobre ella como consecuencia
del pecado. A medida que las aguas comenzaron a bajar, las lomas
y las montañas quedaron rodeadas por un vasto y turbio mar. Por
doquiera yacían cadáveres de hombres y animales. El Señor no
iba a permitir que permaneciesen allí para infectar el aire por su
descomposición, y por lo tanto, hizo de la tierra un vasto cementerio.