Página 137 - Profetas y Reyes (1957)

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Caída de la casa de Acab
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Pronto conoció Jezabel los detalles e indignada de que alguien
rehusase al rey lo que quería, aseguró a Acab que no necesitaba ya
entristecerse. Dijo: “¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y
come pan, y alégrate: yo te daré la viña de Naboth de Jezreel.”
A Acab no le interesaban los medios por los cuales su esposa
pudiese lograr lo que deseaba, y Jezabel procedió inmediatamente a
ejecutar su impío propósito. Escribió cartas en nombre del rey, las
selló con su sello, y las envió a los ancianos y nobles de la ciudad
donde moraba Nabot para decirles: “Proclamad ayuno, y poned a
Naboth a la cabecera del pueblo; y poned dos hombres perversos
delante de él, que atestigüen contra él, y digan: Tú has blasfemado a
Dios y al rey. Y entonces sacadlo, y apedreadlo, y muera.”
La orden fué obedecida. “Y los de su ciudad, los ancianos y los
principales que moraban en su ciudad, lo hicieron como Jezabel
les mandó, conforme a lo escrito en las cartas que ella les había
enviado.” Entonces Jezabel se dirigió al rey y le invitó a levantarse y
tomar posesión del viñedo. Y Acab, sin prestar atención a las conse-
cuencias, siguió ciegamente el consejo, y descendió a apoderarse de
la propiedad codiciada.
No se le dejó al rey disfrutar sin reproches de lo que había
obtenido por fraude y derramamiento de sangre. “Entonces fué
palabra de Jehová a Elías Thisbita, diciendo: Levántate, desciende a
encontrarte con Achab rey de Israel, que está en Samaria: he aquí
él está en la viña de Naboth, a la cual ha descendido para tomar
posesión de ella. Y hablarle has, diciendo: Así ha dicho Jehová: ¿No
mataste y también has poseído?” Y el Señor indicó, además, a Elías
que pronunciase un juicio terrible contra Acab.
El profeta se apresuró a ejecutar la orden divina. El gobernante
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culpable, al encontrarse frente a frente en el viñedo con el severo
mensajero de Jehová, expresó su temor y sorpresa con estas palabras:
“¿Me has hallado, enemigo mío?”
Sin vacilación, el mensajero del Señor contestó: “Hete encon-
trado, porque te has vendido a mal hacer delante de Jehová. He
aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré tu posteridad.” No iba a haber
misericordia. El Señor declaró por medio de su siervo que la casa
de Acab había de quedar destruída por completo, “como la casa de
Jeroboam hijo de Nabat, y como la casa de Baasa hijo de Ahía; por