Página 139 - Profetas y Reyes (1957)

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Caída de la casa de Acab
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hábito era el de aquel varón?” Ellos contestaron que era “un varón
velloso, y ceñía sus lomos con un cinto de cuero.” “Elías Thisbita
es,” exclamó Ocozías. Sabía que si el forastero con quien se habían
encontrado sus siervos era en verdad Elías, se cumplirían con se-
guridad las palabras que le condenaban. Ansioso de evitar, si era
posible, el juicio que le amenazaba, resolvió llamar al profeta.
Dos veces mandó Ocozías una compañía de soldados para inti-
midar al profeta, y dos veces cayó sobre ellos el juicio de la ira de
Dios. La tercera compañía de soldados se humilló delante de Dios; y
su capitán, al acercarse al mensajero del Señor, “hincóse de rodillas
delante de Elías, y rogóle, diciendo: Varón de Dios, ruégote que sea
de valor delante de tus ojos mi vida, y la vida de estos tus cincuenta
siervos.”
“Entonces el ángel de Jehová dijo a Elías: Desciende con él; no
hayas de él miedo. Y él se levantó, descendió con él al rey. Y díjole:
Así ha dicho Jehová: Pues que enviaste mensajeros a consultar a
Baal-zebub dios de Ecrón, ¿no hay Dios en Israel para consultar
en su palabra? No descenderás, por tanto, del lecho en que subiste,
antes morirás de cierto.”
Durante el reinado de su padre, Ocozías había presenciado las
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obras prodigiosas del Altísimo. Había visto que Dios había dado
al apóstata Israel terribles evidencias de cómo considera a los que
desechan las obligaciones de su ley. Ocozías había obrado como si
esas pavorosas realidades fuesen cuentos ociosos. En vez de humillar
su corazón delante del Señor, había seguido a Baal, y por fin se había
atrevido a realizar su acto más audaz de impiedad. Lleno de rebeldía
y negándose a arrepentirse, murió Ocozías “conforme a la palabra
de Jehová que había hablado Elías.”
La historia del pecado del rey Ocozías y su castigo encierra una
amonestación que nadie puede despreciar con impunidad. Tal vez los
hombres de hoy no tributen homenaje a dioses paganos, pero miles
están adorando ante el altar de Satanás tan ciertamente como lo hacía
el rey de Israel. El espíritu de idolatría abunda en el mundo hoy,
aunque, bajo la influencia de la ciencia y la educación, ha asumido
formas más refinadas y atrayentes que las que tenía en el tiempo
cuando Ocozías quiso consultar al dios de Ecrón. Cada día aumentan
las tristes evidencias de que disminuye la fe en la segura palabra