Página 148 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Eliseo aceptó el llamamiento a servir, y no miró atrás, a los
placeres y comodidades que dejaba. El joven rico, al oír las palabras
del Salvador, “se fué triste, porque tenía muchas posesiones.”
Vers.
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. No estaba dispuesto a hacer el sacrificio pedido. El amor que
sentía por sus bienes era mayor que su amor a Dios. Al negarse a
renunciar a todo por Cristo, demostró que era indigno de servir al
Maestro.
La invitación a ponerlo todo sobre el altar del servicio le llega a
cada uno. No se nos pide a todos que sirvamos como sirvió Eliseo,
ni somos todos invitados a vender cuanto tenemos; pero Dios nos
pide que demos a su servicio el primer lugar en nuestra vida, que
no dejemos transcurrir un día sin hacer algo que haga progresar su
obra en la tierra. El no espera de todos la misma clase de servicio.
Uno puede ser llamado al ministerio en una tierra extraña; a otro
se le pedirá tal vez que dé de sus recursos para sostener la obra
del Evangelio. Dios acepta la ofrenda de cada uno. Lo que resulta
necesario es la consagración de la vida y de todos sus intereses.
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Los que hagan esta consagración oirán el llamamiento celestial y le
obedecerán.
A cada uno de los que lleguen a participar de su gracia, el Señor
indica una obra que ha de hacer en favor de los demás. Individual-
mente debemos levantarnos y decir: “Heme aquí; envíame a mí.” Sea
que uno sirva como ministro de la Palabra o como médico, o como
negociante o agricultor, profesional o mecánico, la responsabilidad
descansa sobre él. Su obra es revelar a otros el Evangelio de su
salvación. Cada empresa a la cual se dedique debe ser un medio
hacia este fin.
Lo que al principio se requería de Eliseo no era una obra gran-
de, pues los deberes comunes seguían constituyendo su disciplina.
Se dice que derramaba agua sobre las manos de Elías, su maestro.
Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que el Señor indicase, y a
cada paso aprendía lecciones de humildad y servicio. Como ayu-
dante personal del profeta, continuó demostrándose fiel en las cosas
pequeñas, mientras que con un propósito que se iba fortaleciendo
con el transcurso de cada día, se dedicaba a la misión que Dios le
había señalado.
La vida de Eliseo, después que se unió a Elías, no fué exenta
de tentaciones. Tuvo él muchas pruebas; pero en toda emergencia