Página 159 - Profetas y Reyes (1957)

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Un profeta de paz
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él tomado, y traídolo a su madre, estuvo sentado sobre sus rodillas
hasta medio día, y murióse. Ella entonces subió, y púsolo sobre la
cama del varón de Dios, y cerrándole la puerta, salióse.”
En su angustia, la sunamita resolvió ir a solicitar la ayuda de
Eliseo. El profeta estaba entonces en el monte Carmelo; y la mujer
partió inmediatamente acompañada de su criado. “Y cuando el varón
de Dios la vió de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la Sunamita:
ruégote que vayas ahora corriendo a recibirla, y dile: ¿Tienes paz?
¿y tu marido, y tu hijo?” El criado hizo como se le había ordenado,
pero la afligida madre no reveló la causa de su tristeza antes de llegar
adonde estaba Eliseo. Al oír de su pérdida, Eliseo ordenó a Giezi:
“Ciñe tus lomos, y toma mi bordón en tu mano, y ve; y si alguno te
encontrare, no lo saludes; y si alguno te saludare, no le respondas: y
pondrás mi bordón sobre el rostro del niño.”
Pero la madre no se quedó conforme hasta que Eliseo la acom-
pañó. Declaró: “Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. El
entonces se levantó, y siguióla. Y Giezi había ido delante de ellos, y
había puesto el bordón sobre el rostro del niño, mas ni tenía voz ni
sentido; y así se había vuelto para encontrar a Eliseo; y declaróselo,
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diciendo: El mozo no despierta.”
Cuando llegaron a la casa, Eliseo entró al aposento donde estaba
el niño muerto, “cerró la puerta sobre ambos, y oró a Jehová. Después
subió, y echóse sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él,
y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se
tendió sobre él, y calentóse la carne del joven. Volviéndose luego,
paseóse por la casa a una parte y a otra, y después subió, y tendióse
sobre él; y el joven estornudó siete veces, y abrió sus ojos.”
Llamando a Giezi, Eliseo le pidió que le mandase la madre. “Y
entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo. Y así que ella entró, echóse a
sus pies, e inclinóse a tierra: después tomó su hijo, y salióse.”
Así fué recompensada la fe de esta mujer. Cristo, el gran Dador
de la vida le devolvió a su hijo. Así también serán recompensados sus
fieles cuando, en ocasión de su venida, la muerte pierda su aguijón,
y el sepulcro sea despojado de su victoria. Entonces devolverá el
Señor a sus siervos los hijos que les fueron arrebatados por la muerte.
“Así ha dicho Jehová: Voz fué oída en Ramá, llanto y lloro amargo:
Rachel que lamenta por sus hijos, no quiso ser consolada acerca
de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho Jehová: Reprime tu