Página 16 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Por medio de Moisés Dios había presentado a su pueblo los re-
sultados de la infidelidad. Al negarse a cumplir su pacto, se separaría
de la vida de Dios; y la bendición de él ya no podría descansar sobre
ese pueblo. A veces estas amonestaciones fueron escuchadas, y ricas
bendiciones fueron otorgadas a la nación judía y por su medio a los
pueblos que la rodeaban. Pero en su historia fué más frecuente que
sus hijos se olvidaran de Dios y perdieran de vista el gran privilegio
que tenían como representantes suyos. Le privaron del servicio que
él requería de ellos, y privaron a sus semejantes de la dirección
religiosa y del ejemplo santo que debían darles. Desearon apropiarse
de los frutos del viñedo sobre el cual habían sido puestos como
mayordomos. Su codicia los hizo despreciar aun por los paganos;
y el mundo gentil se vió así inducido a interpretar erróneamente el
carácter de Dios y las leyes de su reino.
Con corazón paternal, Dios soportó a su pueblo. Intercedió con
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él mediante las misericordias que le concedía y por las que le retira-
ba. Con paciencia le señaló sus pecados, y esperó que le reconociese.
Envió profetas y mensajeros para instar a los labradores a que reco-
nociesen los derechos de su Señor; pero en vez de ser bienvenidos,
aquellos hombres de discernimiento y poder espirituales fueron tra-
tados como enemigos. Los labradores los persiguieron y mataron.
Dios mandó otros mensajeros, pero recibieron el mismo trato que
los primeros, y los labradores fueron aun más resueltos en su saña.
El hecho de que el favor divino le fuera retirado a Israel durante
el destierro indujo a muchos a arrepentirse. Sin embargo, después de
regresar a la tierra de promisión, el pueblo judío repitió los errores
de generaciones anteriores, y se puso en conflicto político con las na-
ciones circundantes. Los profetas a quienes Dios envió para corregir
los males prevalecientes, fueron recibidos con la misma suspicacia y
el mismo desprecio que habían arrostrado los mensajeros de tiempos
anteriores; y así, de siglo en siglo, los guardianes de la viña fueron
aumentando su culpabilidad.
La buena cepa plantada por Dios en las colinas de Palestina fué
despreciada por los hombres de Israel, y fué finalmente arrojada por
encima de la cerca; la lastimaron y pisotearon, y hasta alentaron
la esperanza de haberla destruído para siempre. El Viñatero sacó
la vid, y la ocultó de su vista. Volvió a plantarla, pero al otro lado
de la cerca, de modo que la cepa ya no fuese visible. Las ramas