Página 170 - Profetas y Reyes (1957)

Basic HTML Version

166
Profetas y Reyes
en Damasco, le visitaron mensajeros de Ben-adad, rey de Siria, quien
deseaba saber si la enfermedad que padecía resultaría en su muerte.
A todos daba el profeta un testimonio fiel en un tiempo cuando, por
todos lados, se pervertía la verdad, y la gran mayoría del pueblo se
hallaba en rebelión abierta contra el Cielo.
Dios no abandonó nunca a su mensajero escogido. En una oca-
sión, durante una invasión siria, el rey de Siria procuró matar a
Eliseo, porque éste exponía al rey de Israel los planes del enemigo.
El rey sirio había comunicado a sus siervos: “En tal y tal lugar estará
mi campamento.” Este plan fué revelado por el Señor a Eliseo quien
“envió a decir al rey de Israel: Mira que no pases por tal lugar, porque
los Siros van allí. Entonces el rey de Israel envió a aquel lugar que
el varón de Dios había dicho y amonestádole; y guardóse de allí, no
una vez ni dos.
“Y el corazón del rey de Siria fué turbado de esto; y llamando
a sus siervos, díjoles: ¿No me declararéis vosotros quién de los
nuestros es del rey de Israel? Entonces uno de los siervos dijo: No,
rey señor mío; sino que el profeta Eliseo está en Israel, el cual declara
al rey de Israel las palabras que tú hablas en tu más secreta cámara.”
Resuelto a matar al profeta, el rey sirio ordenó: “Id, y mirad
dónde está, para que yo envíe a tomarlo.” El profeta se encontraba en
Dotán; y, sabiéndolo, “envió el rey allá gente de a caballo, y carros,
y un grande ejército, los cuales vinieron de noche, y cercaron la
ciudad. Y levantándose de mañana el que servía al varón de Dios,
para salir, he aquí el ejército que tenía cercada la ciudad, con gente
de a caballo y carros.”
[192]
Aterrorizado, el siervo comunicó las noticias a Eliseo diciendo:
“¡Ah, Señor mío! ¿qué haremos?”
Respondió el profeta: “No hayas miedo: porque más son los
que están con nosotros que los que están con ellos.” Y para que el
siervo reconociese esto por su cuenta, “oró Eliseo, y dijo: Ruégote,
oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió
los ojos del mozo, y miró: y he aquí que el monte estaba lleno de
gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.” Entre
el siervo de Dios y las huestes de enemigos armados había un círculo
protector de ángeles celestiales. Habían descendido con gran poder,
no para destruir, ni para exigir homenaje, sino para rodear y servir a
los débiles e inermes siervos del Señor.