Página 171 - Profetas y Reyes (1957)

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Termina el ministerio de Eliseo
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Cuando los hijos de Dios se ven puestos en estrecheces, y a todas
luces no pueden escapar, deben confiar tan sólo en el Señor.
Mientras la compañía de soldados sirios avanzaba audazmente,
incapaz de ver las huestes del cielo, “oró Eliseo a Jehová, y dijo:
Ruégote que hieras a esta gente con ceguedad. E hiriólos con ce-
guedad, conforme al dicho de Eliseo. Después les dijo Eliseo: No es
este el camino, ni es ésta la ciudad; seguidme, que yo os guiaré al
hombre que buscáis. Y guiólos a Samaria.
“Y así que llegaron a Samaria, dijo Eliseo: Jehová, abre los
ojos de éstos, para que vean. Y Jehová abrió sus ojos, y miraron, y
halláronse en medio de Samaria. Y cuando el rey de Israel los hubo
visto, dijo a Eliseo: ¿Herirélos, padre mío? Y él le respondió: No los
hieras; ¿herirías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu
arco? Pon delante de ellos pan y agua, para que coman y beban, y se
vuelvan a sus señores. Entonces les fué aparejada grande comida: y
como hubieron comido y bebido, enviólos, y ellos se volvieron a su
señor.” (Véase 2 Rey 6.)
Después de esto, Israel quedó libre por un tiempo de los ataques
sirios. Pero más tarde, bajo la enérgica dirección de un rey resuelto,
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Hazael
los ejércitos sirios rodearon a Samaria y la sitiaron. Nunca
se había visto Israel en tal aprieto como durante este sitio. Los peca-
dos de los padres eran de veras castigados en los hijos y los nietos.
Los horrores del hambre prolongada impulsaban al rey de Israel a
tomar medidas desesperadas, cuando Eliseo predijo la liberación
para el día siguiente.
Cuando estaba por amanecer la mañana siguiente, el Señor “había
hecho que en el campo de los Siros se oyese estruendo de carros,
ruido de caballos, y estrépito de grande ejército;” y ellos, dominados
por el miedo, “se habían levantado y huido al principio de la noche,
dejando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campo como se
estaba,” con abundantes abastecimientos de comida. “Habían huído
por salvar las vidas,” sin parar hasta haber cruzado el Jordán.
Durante la noche de la huída, cuatro leprosos que solían estar a
la puerta de la ciudad, desesperados de hambre, se habían propuesto
visitar el campo sirio y entregarse a la misericordia de los sitiadores,
con la esperanza de despertar su simpatía y obtener comida. ¡Cuál
Nieto quizá del Hazael que fuera ungido como azote de Israel.