Página 174 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
gran necesidad de consejos. En su providencia, Dios ofrecía al rey
una oportunidad de redimir los fracasos pasados y de colocar a su
reino en posición ventajosa. El enemigo sirio, que ocupaba entonces
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el territorio situado al este del Jordán, debía ser repelido. Una vez
más había de manifestarse el poder de Dios en favor del errante
Israel.
El profeta moribundo dijo al rey: “Toma un arco y unas saetas.”
Joas obedeció. Entonces el profeta dijo: “Pon tu mano sobre el
arco.” Joas puso “su mano sobre el arco. Entonces puso Eliseo sus
manos sobre las manos del rey, y dijo: Abre la ventana de hacia
el oriente,” hacia las ciudades de allende el Jordán en manos de
los sirios. Habiendo abierto el rey la ventana, Eliseo le ordenó que
disparase su saeta. Mientras esta hendía el aire, el profeta se sintió
inspirado a decir: “Saeta de salud de Jehová, y saeta de salud contra
Siria: porque herirás a los Siros en Aphec hasta consumirlos.”
El profeta probó entonces la fe del rey. Aconsejó a Joas que
alzase sus saetas y le dijo: “Hiere la tierra.” El rey hirió tres veces el
suelo, y luego se detuvo. Eliseo exclamó angustiado: “A herir cinco
o seis veces, herirías a Siria, hasta no quedar ninguno: empero ahora
tres veces herirás a Siria.”
Vers. 15-19
.
La lección es para todos los que ocupan puestos de confianza.
Cuando Dios prepara el camino para la realización de cierta obra,
y da seguridad de éxito, el instrumento escogido debe hacer cuanto
está en su poder para obtener el resultado prometido. Se le dará
éxito en proporción al entusiasmo y la perseverancia con que haga
la obra. Dios puede realizar milagros para su pueblo tan sólo si
éste desempeña su parte con energía incansable. Llama a su obra
hombres de devoción y de valor moral, que sientan un amor ardiente
por las almas y un celo inquebrantable. Los tales no hallarán ninguna
tarea demasiado ardua, ninguna perspectiva demasiado desesperada;
y seguirán trabajando indómitos hasta que la derrota aparente se
trueque en gloriosa victoria. Ni siquiera las murallas de las cárceles
ni la hoguera del mártir los desviarán de su propósito de trabajar
juntamente con Dios para la edificación de su reino.
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Con los consejos y el aliento que dió a Joas, terminó la obra de
Eliseo. Aquel sobre quien había caído en plena medida el Espíritu
que había reposado sobre Elías, se demostró fiel hasta el fin. Nunca
había vacilado ni había perdido su confianza en el poder del Omni-