Nínive, ciudad sobremanera grande
173
de Jehová a Tarsis.” Fué a Joppe, encontró allí un barco a punto de
zarpar y “pagando su pasaje entró en él, para irse con ellos.”
Vers. 3
.
El encargo que había recibido imponía a Jonás una pesada res-
ponsabilidad; pero el que le había ordenado que fuese podía sostener
a su siervo y concederle éxito. Si el profeta hubiese obedecido sin
vacilación, se habría ahorrado muchas experiencias amargas, y ha-
bría recibido abundantes bendiciones. Sin embargo, el Señor no
abandonó a Jonás en su hora de desesperación. Mediante una serie
de pruebas y providencias extrañas, debía revivir la confianza del
profeta en Dios y en su poder infinito para salvar.
Si, cuando recibió el llamamiento, Jonás se hubiese detenido a
considerarlo con calma, podría haber comprendido cuán insensato
sería cualquier esfuerzo de su parte para escapar a la responsabilidad
puesta sobre él. Pero no se le dejó continuar mucho tiempo en su
huída insensata. “Mas Jehová hizo levantar un gran viento en la
mar, e hízose una tan grande tempestad en la mar, que pensóse
se rompería la nave. Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno
llamaba a su dios: y echaron a la mar los enseres que había en la
nave, para descargarla de ellos. Jonás empero se había bajado a los
lados del buque, y se había echado a dormir.”
Vers. 4, 5
.
Mientras los marineros solicitaban ayuda a sus dioses paganos,
el patrón de la nave, angustiado sobre medida, buscó a Jonás y dijo:
“¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá
[200]
compasión de nosotros, y no pereceremos.”
Vers. 6
.
Pero las oraciones del hombre que se había apartado de la senda
del deber no trajeron auxilio. Los marineros, inducidos a pensar que
la extraña violencia de la tempestad era muestra de cuán airados
estaban sus dioses, propusieron como último recurso que se echasen
suertes “para saber por quién nos ha venido este mal. Y echaron
suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Entonces le dijeron ellos:
Decláranos ahora por qué nos ha venido este mal. ¿Qué oficio tienes,
y de dónde vienes? ¿cuál es tu tierra, y de qué pueblo eres?
“Y él les respondió: Hebreo soy, y temo a Jehová, Dios de los
cielos, que hizo la mar y la tierra.
“Y aquellos hombres temieron sobremanera, y dijéronle: ¿Por
qué has hecho esto? Porque ellos entendieron que huía de delante
de Jehová, porque se lo había declarado.