Página 201 - Profetas y Reyes (1957)

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El llamamiento de Isaías
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que habían sido denunciados poco antes en términos inequívocos
por Oseas y Amós, estaban corrompiendo rápidamente el reino de
Judá.
La perspectiva era particularmente desalentadora en lo que se
refería a las condiciones sociales del pueblo. Había hombres que,
en su deseo de ganancias, iban añadiendo una casa a otra, y un
campo a otro.
Isaías 5:8
. La justicia se pervertía; y no se manifestaba
compasión alguna hacia los pobres. Acerca de estos males Dios
declaró: “El despojo del pobre está en vuestras casas.” “Que majáis
mi pueblo, y moléis las caras de los pobres.”
Isaías 3:14, 15
. Hasta
los magistrados, cuyo deber era proteger a los indefensos, hacían
oídos sordos a los clamores de los pobres y menesterosos, de las
viudas y los huérfanos.
Isaías 10:1, 2
.
La opresión y la obtención de riquezas iban acompañadas de
orgullo y apego a la ostentación, groseras borracheras y un espíritu de
orgía. En los tiempos de Isaías, la idolatría misma ya no provocaba
sorpresa.
Isaías 2:8, 9, 11, 12; 3:16, 18-23; 5:11, 12, 22; 10:1, 2
. Las
prácticas inicuas habían llegado a prevalecer de tal manera entre
todas las clases que los pocos que permanecían fieles a Dios estaban
a menudo a punto de ceder al desaliento y la desesperación. Parecía
que el propósito de Dios para Israel estuviese por fracasar, y que la
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nación rebelde hubiese de sufrir una suerte similar a la de Sodoma y
Gomorra.
Frente a tales condiciones, no es sorprendente que cuando Isaías
fué llamado, durante el último año del reinado de Uzías, para que
comunicase a Judá los mensajes de amonestación y reprensión que
Dios le mandaba, quiso rehuir la responsabilidad. Sabía muy bien
que encontraría una resistencia obstinada. Al comprender su propia
incapacidad para hacer frente a la situación y al pensar en la terque-
dad e incredulidad del pueblo por el cual tendría que trabajar, su
tarea le parecía desesperada. ¿Debía renunciar descorazonado a su
misión y abandonar a Judá en su idolatría? ¿Habrían de gobernar la
tierra los dioses de Nínive, en desafío del Rey de los cielos?
Pensamientos como éstos embargaban a Isaías mientras se halla-
ba bajo el pórtico del templo. De repente la puerta y el velo interior
del templo parecieron alzarse o retraerse, y se le permitió mirar al
interior, al lugar santísimo, donde el profeta no podía siquiera asentar
los pies. Se le presentó una visión de Jehová sentado en un trono