Página 221 - Profetas y Reyes (1957)

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Ezequías
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cuales mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se
convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos,
y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.”
2 Crónicas 7:14
.
Estas promesas hallaron abundante cumplimiento durante la
reforma realizada bajo la dirección de Ezequías.
El buen comienzo hecho con la purificación del templo fué segui-
do por un movimiento más amplio, en el cual participó Israel tanto
como Judá. En su celo para que los servicios del templo resultasen
una bendición verdadera para el pueblo, Ezequías resolvió resucitar
la antigua costumbre de reunir a los israelitas para celebrar la fiesta
de la Pascua.
Durante muchos años la Pascua no había sido observada como
fiesta nacional. La división del reino, al finalizar el reinado de Salo-
món, había hecho difícil esa celebración. Pero los terribles castigos
que estaban cayendo sobre las diez tribus despertaban en los cora-
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zones de algunos un deseo de cosas mejores; y se notaba el efecto
que tenían los mensajes conmovedores de los profetas. La invitación
a asistir a la Pascua en Jerusalén fué proclamada lejos y cerca por
los correos reales, “de ciudad en ciudad por la tierra de Ephraim
y Manasés, hasta Zabulón.” Por lo general, los transmisores de la
misericordiosa invitación fueron repelidos. Los impenitentes se apar-
taban con liviandad; pero algunos, deseosos de buscar a Dios y de
obtener un conocimiento más claro de su voluntad, “se humillaron,
y vinieron a Jerusalem.”
2 Crónicas 30:10, 11
.
En la tierra de Judá, la respuesta fué muy general; porque allí
se sentía “la mano de Dios para darles un corazón para cumplir el
mensaje del rey y de los príncipes” (
Vers. 12
), cuya orden estaba de
acuerdo con la voluntad de Dios según se revelaba por medio de sus
profetas.
La ocasión fué del mayor beneficio para las multitudes congre-
gadas. Las calles profanadas de la ciudad fueron limpiadas de los
altares idólatras puestos allí durante el reinado de Acaz. En el día
señalado se observó la Pascua; y el pueblo dedicó la semana a ha-
cer ofrendas pacíficas y a aprender lo que Dios quería que hiciese.
Diariamente recibía enseñanza de los levitas que “tenían buena in-
teligencia en el servicio de Jehová.” Y los que habían preparado su
corazón para buscar a Dios hallaban perdón. Una gran alegría se
posesionó de la multitud que adoraba; “y alababan a Jehová todos