Página 227 - Profetas y Reyes (1957)

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Los embajadores de Babilonia
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por tanto cantaremos nuestros salmos
en la casa de Jehová todos los días de nuestra vida.”
Isaías 38:10-20.
En los valles fértiles del Tigris y del Eufrates moraba una raza
antigua que, aunque se hallaba entonces sujeta a Asiria, estaba des-
tinada a gobernar al mundo. Entre ese pueblo había hombres sabios
que dedicaban mucha atención al estudio de la astronomía; y cuando
notaron que la sombra del cuadrante había retrocedido diez grados,
se maravillaron en gran manera. Su rey, Merodach-baladán, al saber
que ese milagro se había realizado como señal para el rey de Judá
de que el Dios del cielo le concedía una prolongación de vida, envió
embajadores a Ezequías para felicitarle por su restablecimiento, y
para aprender, si era posible, algo más acerca del Dios que podía
realizar un prodigio tan grande.
La visita de esos mensajeros de un gobernante lejano dió a Eze-
quías oportunidad de ensalzar al Dios viviente. ¡Cuán fácil le habría
resultado hablarles de Dios, sustentador de todo lo creado, mediante
cuyo favor se le había perdonado la vida cuando había desapareci-
do toda otra esperanza! ¡Qué portentosas transformaciones podrían
haberse realizado si esos investigadores de la verdad provenientes
de las llanuras de Caldea se hubiesen visto inducidos a reconocer la
soberanía suprema del Dios viviente!
Pero el orgullo y la vanidad se posesionaron del corazón de
Ezequías, y ensalzándose a sí mismo expuso a ojos codiciosos los
tesoros con que Dios había enriquecido a su pueblo. El rey “ense-
ñóles la casa de su tesoro, plata y oro, y especierías, y ungüentos
preciosos, y toda su casa de armas, y todo lo que se pudo hallar
en sus tesoros: no hubo cosa en su casa y en todo su señorío, que
Ezechías no les mostrase.”
Isaías 39:2
. No hizo esto para glorificar
a Dios, sino para ensalzarse a la vista de los príncipes extranjeros.
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No se detuvo a considerar que estos hombres eran representantes
de una nación poderosa que no temía ni amaba a Dios, y que era
imprudente hacerlos sus confidentes con referencia a las riquezas
temporales de la nación.
La visita de los embajadores a Ezequías estaba destinada a pro-
bar su gratitud y devoción. El relato dice: “Empero en lo de los