Página 235 - Profetas y Reyes (1957)

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Librados de Asiria
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“Jehová, Dios de los ejércitos,
¿Hasta cuándo humearás tú contra la oración de tu pueblo?
Dísteles a comer pan de lágrimas,
Y dísteles a beber lágrimas en gran abundancia.
Pusístenos por contienda a nuestros vecinos:
Y nuestros enemigos se burlan entre sí.
Oh Dios de los ejércitos, haznos tornar;
Y haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
“Hiciste venir una vid de Egipto:
Echaste las gentes, y plantástela.
Limpiaste sitio delante de ella,
E hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra.
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Los montes fueron cubiertos de su sombra;
Y sus sarmientos como cedros de Dios.
Extendió sus vástagos hasta la mar,
Y hasta el río sus mugrones.
¿Por qué aportillaste sus vallados,
y la vendimian todos los que pasan por el camino?
Estropeóla el puerco montés,
Y pacióla la bestia del campo.
Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora:
Mira desde el cielo, y considera, y visita a esta viña,
Y la planta que plantó tu diestra,
Y el renuevo que para ti corroboraste...
“Vida nos darás, e invocaremos tu nombre.
Oh Jehová, Dios de los ejércitos, haznos tornar;
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.” (Sal. 80.)
La súplica de Ezequías en favor de Judá y del honor de su Go-
bernante supremo, armonizaba con el propósito de Dios. Salomón,
en la oración que elevó al dedicar el templo había rogado al Señor
que sostuviese la causa “de su pueblo Israel, cada cosa en su tiempo;
a fin de que todos los pueblos de la tierra sepan que Jehová es Dios,
y que no hay otro.”
1 Reyes 8:59, 60
. Y el Señor iba a manifestar
especialmente su favor cuando, en tiempos de guerra o de opresión
por algún ejército, los príncipes de Israel entrasen en la casa de
oración para rogar que se los librase.
1 Reyes 8:33, 34
.