Página 252 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
el nuevo rey, aunque tenía tan sólo ocho años, temía a Dios, y desde
el mismo principio “hizo lo recto en ojos de Jehová, y anduvo en todo
el camino de David su padre, sin apartarse a diestra ni a siniestra.”
2 Reyes 22:2
. Hijo de un rey impío, asediado por tentaciones a
seguir las pisadas de su padre, y rodeado de pocos consejeros que
le alentasen en el buen camino, Josías fué sin embargo fiel al Dios
de Israel. Advertido por los errores de las generaciones anteriores,
decidió hacer lo recto en vez de rebajarse al nivel de pecado y
degradación al cual habían caído su padre y su abuelo. “Sin apartarse
a diestra ni a siniestra,” como quien debía ocupar un puesto de
confianza, resolvió obedecer las instrucciones que habían sido dadas
para dirigir a los gobernantes de Israel; y su obediencia hizo posible
que Dios le usase como vaso de honor.
En el tiempo en que Josías empezó a reinar, y durante muchos
años antes, los de corazón fiel que quedaban en Judá se preguntaban
si las promesas que Dios había hecho al antiguo Israel se iban a
cumplir alguna vez. Desde un punto de vista humano, parecía casi
imposible que se alcanzara el propósito divino para la nación esco-
gida. La apostasía de los siglos anteriores había adquirido fuerza
con el transcurso de los años; diez de las tribus habían quedado
esparcidas entre los paganos; quedaban tan sólo las tribus de Judá
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y Benjamín, y aun éstas parecían estar al borde de la ruina moral y
nacional. Los profetas habían comenzado a predecir la destrucción
completa de su hermosa ciudad, donde se hallaba el templo edificado
por Salomón y donde se concentraban todas sus esperanzas terre-
nales de grandeza nacional. ¿Sería posible que Dios estuviese por
renunciar a su propósito de impartir liberación a quienes pusiesen su
confianza en él? Frente a la larga persecución que venían sufriendo
los justos, y a la aparente prosperidad de los impíos, ¿podían esperar
mejores días los que habían permanecido fieles a Dios?
Estas preguntas llenas de ansiedad fueron expresadas por el pro-
feta Habacuc. Considerando la situación de los fieles en su tiempo,
dió voz a la preocupación de su corazón en esta pregunta: “¿Hasta
cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa
de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y
haces que mire molestia, y saco y violencia delante de mí, habiendo
además quien levante pleito y contienda? Por lo cual la ley es debi-