Página 269 - Profetas y Reyes (1957)

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Jeremías
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comenzasen a edificar sabiamente y para la eternidad, desechando
las escorias de la apostasía y de la incredulidad, para usar en el fun-
damento el oro puro, la plata refinada, las piedras preciosas, es decir
la fe, la obediencia y las buenas obras, que eran lo único aceptable a
la vista de un Dios santo.
La palabra que el Señor dirigió a su pueblo por medio de Jeremías
fué: “Vuélvete, oh rebelde de Israel, ... no haré caer mi ira sobre
vosotros: porque misericordioso soy yo, dice Jehová, no guardaré
para siempre el enojo. Conoce empero tu maldad, porque contra
Jehová tu Dios has prevaricado... Convertíos, hijos rebeldes, dice
Jehová, porque yo soy vuestro esposo.” “Padre mío me llamarás, y
no te apartarás de en pos de mí.” “Convertíos, hijos rebeldes, sanaré
vuestras rebeliones.”
Jeremías 3:12-14, 19, 22
.
Y en adición a estas súplicas admirables, el Señor dió a su pueblo
errante las palabras mismas con las cuales podían dirigirse a él. Ha-
bían de decir: “He aquí nosotros venimos a ti; porque tú eres Jehová
nuestro Dios. Ciertamente vanidad son los collados, la multitud de
los montes: ciertamente en Jehová nuestro Dios está la salud de
Israel... Yacemos en nuestra confusión, y nuestra afrenta nos cubre:
porque pecamos contra Jehová nuestro Dios, nosotros y nuestros pa-
dres, desde nuestra juventud y hasta este día; y no hemos escuchado
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la voz de Jehová nuestro Dios.”
Vers. 22-25
.
La reforma realizada bajo Josías había limpiado la tierra de
altares idólatras, pero los corazones de la multitud no habían sido
transformados. Las semillas de la verdad que habían brotado y dado
promesa de una abundante cosecha, habían sido ahogadas por las
espinas. Otro retroceso tal sería fatal; y el Señor procuró despertar a
la nación para que comprendiese su peligro. Únicamente si era leal a
Jehová, podía esperar que gozaría del favor divino y de prosperidad.
Jeremías llamó su atención repetidas veces a los consejos dados
en Deuteronomio. Más que cualquier otro de los profetas, recalcó
las enseñanzas de la ley mosaica, y demostró cómo esas enseñanzas
podían reportar las más altas bendiciones espirituales a la nación
y a todo corazón individual. Suplicaba: “Preguntad por las sendas
antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso
para vuestra alma.”
Jeremías 6:16
.
En una ocasión, por orden de Jehová, el profeta se situó en
una de las principales entradas de la ciudad, y allí insistió en lo