Página 273 - Profetas y Reyes (1957)

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Jeremías
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andar en mi ley, la cual dí delante de vosotros, para atender a las
palabras de mis siervos los profetas que yo os envío, madrugando
en enviarlos, a los cuales no habéis oído; yo pondré esta casa como
Silo, y daré esta ciudad en maldición a todas las gentes de la tierra.”
Jeremías 26:4-6
.
Los que estaban en el templo escuchando el discurso de Jeremías,
comprendieron claramente esta referencia a Silo, y al tiempo de Elí,
cuando los filisteos habían vencido a Israel y se habían llevado el
arca del testamento.
El pecado de Elí había consistido en pasar por alto la iniquidad
de sus hijos en el cargo sagrado, así como los males que prevalecían
en toda la tierra. Esta negligencia con respecto a corregir esos males
había hecho caer sobre Israel una terrible calamidad. Después que
sus hijos hubieron caído en la batalla, Elí mismo perdió la vida, el
arca de Dios fué quitada de la tierra de Israel, y murieron treinta mil
hombres del pueblo, y todo porque se había dejado florecer el pecado
sin reprenderlo ni detenerlo. Vanamente había pensado Israel que, a
pesar de sus prácticas pecaminosas, la presencia del arca aseguraría
la victoria sobre los filisteos. Igualmente, en tiempo de Jeremías, los
habitantes de Judá propendían a creer que una observancia estricta
de los servicios divinamente ordenados en el templo los habría de
preservar del justo castigo que merecía su conducta impía.
¡Qué lección da esto a los hombres que ocupan hoy puestos de
responsabilidad en la iglesia de Dios! ¡Cuán solemne advertencia
les resulta para que reprendan fielmente los males que deshonran la
causa de la verdad! Nadie, entre los que se declaran depositarios de
la ley de Dios, se lisonjee de que la consideración que en lo exterior
manifieste hacia los mandamientos le preservará del cumplimiento
de la justicia divina. Nadie rehuse ser reprendido por su mal pro-
ceder, ni acuse a los siervos de Dios de ser demasiado celosos al
procurar limpiar de malas acciones el campamento. Un Dios que
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aborrece el pecado invita a los que aseveran guardar su ley a que se
aparten de toda iniquidad. La negligencia en cuanto a arrepentirse
y rendir obediencia voluntaria acarreará hoy a hombres y mujeres
consecuencias tan graves como las que sufrió el antiguo Israel.
Hay un límite más allá del cual los juicios de Jehová no pueden
ya demorarse. El asolamiento de Jerusalén en los tiempos de Jere-
mías es una solemne advertencia para el Israel moderno, de que los