Página 281 - Profetas y Reyes (1957)

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La condenación inminente
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palabras del profeta se repetían una y otra vez. Los niños mismos se
conmovían hondamente y en sus mentes juveniles y receptivas se
hacían impresiones duraderas.
Fué una observancia concienzuda de las órdenes de la Sagrada
Escritura lo que en tiempos del ministerio de Jeremías dió a Daniel
y a sus compañeros oportunidades de ensalzar al Dios verdadero
ante las naciones de la tierra. La instrucción que estos niños hebreos
habían recibido en el hogar de sus padres los hizo fuertes en la fe y
constantes en el servicio que rendían al Dios viviente, Creador de
los cielos y de la tierra. Cuando, al principio del reinado de Joaquim,
Nabucodonosor sitió por primera vez a Jerusalén y la tomó, se llevó
a Daniel y a sus compañeros, juntamente con otros especialmente
escogidos para el servicio de la corte babilónica; y la fe de los
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cautivos hebreos fué probada hasta lo sumo. Pero los que habían
aprendido a poner su confianza en las promesas de Dios hallaron
que éstas bastaban para todo lo que eran llamados a soportar durante
su estada en una tierra extraña. Las Escrituras resultaron ser su guía
y apoyo.
Como intérprete del significado de los juicios que empezaban
a caer sobre Judá, Jeremías se mantuvo noblemente en defensa de
la justicia de Dios y de sus designios misericordiosos aun en los
castigos más severos. El profeta trabajaba incansablemente. Deseoso
de alcanzar a todas las clases, extendió la esfera de su influencia más
allá de Jerusalén a las regiones circundantes mediante frecuentes
visitas a varias partes del reino.
En los testimonios que daba a la congregación, Jeremías se re-
fería constantemente a las enseñanzas del libro de la ley que había
sido tan honrado y exaltado durante el reinado de Josías. Recalcó
nuevamente la importancia que tenía el estar en pacto con el Ser
misericordioso y compasivo que desde las alturas del Sinaí había
pronunciado los preceptos del Decálogo. Las palabras de amones-
tación y súplica que dejaba oír Jeremías llegaban a todas las partes
del reino, y todos tuvieron oportunidad de conocer la voluntad de
Dios concerniente a la nación.
El profeta recalcó el hecho de que nuestro Padre celestial permite
que sus juicios caigan a fin de que “conozcan las gentes que son
no más que hombres.”
Salmos 9:20
. El Señor había advertido de
antemano así a su pueblo: “Y si anduviereis conmigo en oposición,