Página 287 - Profetas y Reyes (1957)

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La condenación inminente
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a escuchar las repetidas amonestaciones, y prefieren escuchar a los
falsos maestros que halagan su vanidad y pasan por alto su mal
proceder. En el día de aflicción, los tales no tendrán refugio seguro
ni ayuda del cielo. Los siervos escogidos de Dios deben hacer frente
con valor y paciencia a las pruebas y sufrimientos que les imponen el
oprobio, la negligencia y la calumnia. Deben continuar fielmente la
obra que Dios les dió y recordar que en la antigüedad los profetas, el
Salvador de la humanidad y sus apóstoles sufrieron también insultos
y persecución por causa de su Palabra.
Dios quería que Joaquim escuchase los consejos de Jeremías y
que, obteniendo así favor en ojos de Nabucodonosor, se ahorrase
mucha aflicción. El joven rey había jurado fidelidad al gobernante
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babilónico; y si hubiese permanecido fiel a su promesa, se habría
granjeado el respeto de los paganos, y esto habría dado preciosas
oportunidades para convertir almas.
Despreciando los privilegios especiales que le eran concedidos,
el rey de Judá siguió voluntariosamente el camino que había es-
cogido. Violó la palabra de honor que había dado al gobernante
babilónico, y se rebeló. Esto le puso a él y a su reino en grave aprie-
to. Fueron enviadas contra él “tropas de Caldeos, y tropas de Siros,
y tropas de Moabitas, y tropas de Ammonitas” (
2 Reyes 24:2
), y se
vió sin fuerzas para evitar que esos despojadores arrasaran la tierra.
A los pocos años, llegó al fin de su reinado desastroso, abrumado de
ignominia, rechazado por el Cielo, privado del amor de su pueblo y
despreciado por los gobernantes de Babilonia cuya confianza había
traicionado,—y todo eso como resultado del error fatal que cometie-
ra al desviarse del propósito que Dios le había revelado mediante su
mensajero designado.
Joaquín
el hijo de Joaquim, ocupó el trono tan sólo tres meses
y diez días, al fin de los cuales se entregó a los ejércitos caldeos
que, a causa de la rebelión del gobernante de Judá, estaban sitiando
nuevamente la desgraciada ciudad. En esa ocasión Nabucodonosor
se llevó “a Joachín a Babilonia, y a la madre del rey, y a las mujeres
del rey, y a sus eunucos, y a los poderosos de la tierra;” es decir
varios millares de personas, juntamente con “los oficiales y herreros.”
El nombre de este rey, llamado en otros pasajes Conías y Jechonias, la versión Valera
lo rinde por Joachín y el de su padre por Joacim. La Moderna, más fiel a la pronunciación
castellana, da Joaquín y Joaquim.