Página 297 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 37—Llevados cautivos a Babilonia
En el año noveno del reinado de Sedequías, “Nabucodonosor rey
de Babilonia vino con todo su ejército contra Jerusalem” para asediar
la ciudad.
2 Reyes 25:1
. Para Judá la perspectiva era desesperada.
El Señor mismo declaró por medio de Ezequiel: “He aquí que estoy
yo contra ti.”
Ezequiel 21:3 (VM)
“Yo Jehová saqué mi espada de
su vaina; no volverá más... Todo corazón se desleirá, y todas manos
se debilitarán, y angustiaráse todo espíritu, y todas rodillas se irán
en aguas.” “Y derramaré sobre ti mi ira: el fuego de mi enojo haré
encender sobre ti, y te entregaré en mano de hombres temerarios,
artífices de destrucción.”
Vers. 5-7, 31
.
Los egipcios procuraron acudir en auxilio de la ciudad sitiada; y
los caldeos, a fin de impedírselo, levantaron por un tiempo el sitio
de la capital judía. Renació la esperanza en el corazón de Sedequías,
y envió un mensajero a Jeremías, para pedirle que orase a Dios en
favor de la nación hebrea.
La temible respuesta del profeta fué que los caldeos regresarían y
destruirían la ciudad. El decreto había sido dado; la nación impía no
podía ya evitar los juicios divinos. El Señor advirtió así a su pueblo:
“No engañéis vuestras almas... Los Caldeos ... no se irán. Porque
aun cuando hirieseis todo el ejército de los Caldeos que pelean
con vosotros, y quedasen de ellos hombres alanceados, cada uno
se levantará de su tienda, y pondrán esta ciudad a fuego.”
Jeremías
37:9, 10
. El residuo de Judá iba a ser llevado en cautiverio, para
que aprendiese por medio de la adversidad las lecciones que se
había negado a aprender en circunstancias más favorables. Ya no era
posible apelar de este decreto del santo Vigía.
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Entre los justos que estaban todavía en Jerusalén y para quienes
había sido aclarado el propósito divino, se contaban algunos que
estaban resueltos a poner fuera del alcance de manos brutales el arca
sagrada que contenía las tablas de piedra sobre las cuales habían sido
escritos los preceptos del Decálogo. Así lo hicieron. Con lamentos
y pesadumbre, escondieron el arca en una cueva, donde había de
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