Página 299 - Profetas y Reyes (1957)

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Llevados cautivos a Babilonia
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Al oír esto Sedequías ordenó que llevaran “a Jeremías en el patio
de la cárcel, haciéndole dar una torta de pan al día, de la plaza de los
Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se gastase. Y quedó
Jeremías en el patio de la cárcel.”
Vers. 21
.
El rey no se atrevió a manifestar abiertamente fe en Jeremías.
Aunque el temor le impulsaba a solicitarle información en particular,
era demasiado débil para arrostrar la desaprobación de sus prínci-
pes y del pueblo sometiéndose a la voluntad de Dios según se la
declaraba el profeta.
Desde el patio de la cárcel, Jeremías continuó aconsejando que
el pueblo se sometiera al gobierno babilónico. Ofrecer resistencia
era invitar una muerte segura. El mensaje del Señor a Judá era: “El
que se quedare en esta ciudad morirá a cuchillo, o de hambre, o de
pestilencia; mas el que saliere a los Caldeos vivirá, pues su vida le
será por despojo, y vivirá.” Las palabras pronunciadas eran claras y
positivas. En nombre del Señor, el profeta declaró audazmente: “Así
ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en mano del
ejército del rey de Babilonia, y tomarála.”
Jeremías 38:2, 3
.
Al fin, los príncipes, enfurecidos por los consejos con que Je-
remías contrariara repetidas veces su terca política de resistencia,
protestaron vigorosamente ante el rey e insistieron en que el profeta
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era enemigo de la nación, y que, por cuanto sus palabras habían
debilitado las manos del pueblo y acarreado desgracias sobre ellos,
se le debía dar muerte.
El cobarde rey sabía que las acusaciones eran falsas; pero a fin de
propiciar a aquellos que ocupaban puestos elevados y de influencia
en la nación fingió creer sus mentiras, y entregó a Jeremías en sus
manos para que hiciesen con él lo que quisieran. El profeta fué
arrojado “en la mazmorra de Malchías hijo de Amelech, que estaba
en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la
mazmorra no había agua, sino cieno; y hundióse Jeremías en el
cieno.”
Vers. 6
. Pero Dios le suscitó amigos, quienes se acercaron al
rey en su favor, y le hicieron llevar de nuevo al patio de la cárcel.
Otra vez el rey mandó llamar secretamente a Jeremías, y le pidió
que le expusiese fielmente el propósito de Dios para con Jerusalén.
En respuesta, Jeremías preguntó: “Si te lo denunciare, ¿no es verdad
que me matarás? y si te diere consejo, no has de escucharme.” El
rey hizo un pacto secreto con el profeta. Prometió: “Vive Jehová