Página 300 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
que nos hizo esta alma, que no te mataré, ni te entregaré en mano de
estos varones que buscan tu alma.”
Vers. 15, 16
.
El rey tenía todavía oportunidad de revelar si quería escuchar
las advertencias de Jehová, y así atemperar con misericordia los
castigos que estaban cayendo ya sobre la ciudad y la nación. El
mensaje que se le dió al rey fué: “Si salieres luego a los príncipes
del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a
fuego; y vivirás tú y tu casa: Mas si no salieres a los príncipes del
rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los Caldeos,
y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos.”
Vers. 17-20
.
El rey contestó: “Témome a causa de los Judíos que se han
adherido a los Caldeos, que no me entreguen en sus manos y me
escarnezcan.” Pero el profeta prometió: “No te entregarán,” y añadió
esta ferviente súplica: “Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo,
y tendrás bien, y vivirá tu alma.”
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Así, aun a última hora, Dios indicó claramente su disposición
a manifestar misericordia a aquellos que decidiesen someterse a
sus justos requerimientos. Si el rey hubiese decidido obedecer, el
pueblo podría haber salvado la vida, y pudiera haberse evitado la
conflagración de la ciudad; pero él consideró que había ido dema-
siado lejos para retroceder. Temía a los judíos y al ridículo; hasta
temblaba por su vida. Después de haberse rebelado durante años
contra Dios, Sedequías consideró demasiado humillante decir a su
pueblo: “Acepto la palabra de Jehová, según la ha expresado por el
profeta Jeremías; no me atrevo a guerrear contra el enemigo frente a
todas estas advertencias.”
Con lágrimas, rogó Jeremías a Sedequías que se salvase a sí
mismo y a su pueblo. Con espíritu angustiado, le aseguró que a
menos que escuchase el consejo de Dios, no escaparía con la vida,
y todos sus bienes caerían en manos de los babilonios. Pero el rey
se había encaminado erróneamente, y no quería retroceder. Decidió
seguir el consejo de los falsos profetas y de los hombres a quienes
despreciaba en realidad, y que ridiculizaban su debilidad al ceder con
tanta facilidad a sus deseos. Sacrificó la noble libertad de su virilidad,
y se transformó en abyecto esclavo de la opinión pública. Aunque
no tenía el propósito fijo de hacer lo malo, carecía de resolución
para declararse firmemente por lo recto. Aunque convencido del
valor que tenía el consejo dado por Jeremías, no tenía energía moral