Página 307 - Profetas y Reyes (1957)

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Luz a través de las tinieblas
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Desde todo punto de vista humano, esta compra de tierra en un
territorio ya dominado por los babilonios, parecía un acto insensato.
El profeta mismo había estado prediciendo la destrucción de Jerusa-
lén, la desolación de Judá y la completa ruina del reino. Había estado
profetizando un largo período de cautiverio en la lejana Babilonia.
Era ya anciano y no podía esperar beneficio personal de la compra
que había hecho. Sin embargo, su estudio de las profecías registradas
en las Escrituras había creado en su corazón la firme convicción de
que el Señor se proponía devolver a los hijos del cautiverio su anti-
gua posesión de la tierra prometida. Con los ojos de la fe, Jeremías
vió a los desterrados regresando al cabo de los años de aflicción y
ocupando de nuevo la tierra de sus padres. Mediante la compra de
aquella propiedad en Anatot, quería hacer lo que podía para inspirar
a otros la esperanza que tanto consuelo infundía a su propio corazón.
Habiendo firmado las escrituras de la transferencia y confirmado
las contraseñas de los testigos, Jeremías encargó a su secretario
Baruc: “Toma estas cartas, esta carta de venta, la sellada, y ésta la
carta abierta, y ponlas en un vaso de barro, para que se guarden
muchos días. Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de
Israel: Aun se comprarán casas, y heredades, y viñas en esta tierra.”
Jeremías 32:14, 15
.
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Tan desalentadora era la perspectiva para Judá en el momento
de realizarse esta transacción extraordinaria, que inmediatamente
después de cumplir los detalles de la compra y los arreglos nece-
sarios para conservar los registros escritos, se vió muy probada la
fe de Jeremías, por inquebrantable que fuera antes. ¿Habría obrado
presuntuosamente en su esfuerzo por alentar a Judá? En su deseo
de establecer la confianza en las promesas de la palabra de Dios,
¿habría dado pie a falsas esperanzas? Hacía mucho que los que
habían hecho pacto con Dios venían despreciando las disposicio-
nes tomadas en su favor. ¿Podrían alguna vez recibir cumplimiento
absoluto las promesas hechas a la nación escogida?
Lleno de perplejidad y postrado por la tristeza al ver los sufri-
mientos de los que se habían negado a arrepentirse de sus pecados, el
profeta suplicó a Dios que le iluminara aun más acerca del propósito
divino en favor de la humanidad.
Oró: “¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la
tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que