Página 319 - Profetas y Reyes (1957)

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En la corte de Babilonia
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Dios en los deberes más insignificantes, tanto como en las mayores
responsabilidades.
Así como Dios llamó a Daniel para que testificase por él en
Babilonia, nos llama hoy a nosotros para que seamos sus testigos
en el mundo. Tanto en los asuntos menores como en los mayores
de la vida, desea que revelemos a los hombres los principios de su
reino. Muchos están aguardando que se les dé algo grande que hacer
mientras desperdician diariamente las oportunidades que tienen de
ser fieles a Dios. Diariamente dejan de cumplir con todo el corazón
los deberes pequeños de la vida. Mientras aguardan alguna obra
grande en la cual podrían ejercer los importantes talentos que creen
tener, y así satisfacer sus anhelos ambiciosos, van transcurriendo los
días.
En la vida del verdadero cristiano, no hay cosas que no sean
esenciales; a la vista del Omnipotente todo deber es importante. El
Señor mide con exactitud toda posibilidad de servir. Las capacidades
que no se usan se tienen en cuenta tanto como las que se usan.
Seremos juzgados por lo que debiéramos haber hecho y no hicimos
porque no usamos nuestras facultades para glorificar a Dios.
Un carácter noble no es el resultado de la casualidad; no se
debe a favores o dones especiales de la Providencia. Es resultado
de la disciplina propia, de la sujeción de la naturaleza inferior a la
superior, de la entrega del yo al servicio de Dios y de los hombres.
Por la fidelidad que los jóvenes hebreos manifestaron hacia los
principios de temperancia, Dios habla a los jóvenes de hoy. Se ne-
cesitan hombres que, como Daniel, serán activos y audaces para la
causa del bien. Se necesitan corazones puros, manos fuertes, va-
lor intrépido; porque la guerra entre el vicio y la virtud exige una
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vigilancia incesante. Satanás se presenta a toda alma con tentacio-
nes que asumen muchas formas seductoras en lo que respecta a la
satisfacción del apetito.
El cuerpo es un medio muy importante de desarrollar la mente y
el alma para la edificación del carácter. De ahí que el adversario de
las almas encauce sus tentaciones para debilitar y degradar las facul-
tades físicas. El éxito que obtiene en ello significa con frecuencia
la entrega de todo el ser al mal. A menos que las tendencias de la
naturaleza física estén dominadas por un poder superior, obrarán con
certidumbre ruina y muerte. El cuerpo debe ser puesto en sujeción a