Página 345 - Profetas y Reyes (1957)

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El vigía invisible
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“Entonces Daniel fué traído delante del rey.” Haciendo un es-
fuerzo para recobrar la serenidad, Belsasar dijo al profeta: “¿Eres tú
aquel Daniel de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo
de Judea? Yo he oído de ti que el espíritu de los dioses santos está
en ti, y que en ti se halló luz, y entendimiento y mayor sabiduría. Y
ahora fueron traídos delante de mí, sabios, astrólogos, que leyesen
esta escritura, y me mostrasen su interpretación: pero no han podido
mostrar la declaración del negocio. Yo pues he oído de ti que puedes
declarar las dudas, y desatar dificultades. Si ahora pudieres leer esta
escritura, y mostrarme su interpretación, serás vestido de púrpura, y
collar de oro tendrás en tu cuello, y en el reino serás el tercer señor.”
Ante aquella muchedumbre aterrorizada, estaba Daniel en pie,
imperturbable frente a la promesa del rey, con la tranquila dignidad
de un siervo del Altísimo, no para hablar palabras de adulación, sino
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para interpretar un mensaje de condenación. Dijo entonces: “Tus
dones sean para ti, y tus presentes dalos a otro. La escritura yo la
leeré al rey, y le mostraré la declaración.”
El profeta recordó primero a Belsasar asuntos que le eran fami-
liares, pero que no le habían enseñado la lección de humildad que
podría haberle salvado. Habló del pecado de Nabucodonosor, de su
caída y de como el Señor había obrado con él, del dominio y la gloria
que se le habían concedido, así como del castigo divino que mereció
su orgullo y del subsiguiente reconocimiento que había expresado
acerca del poder y la misericordia del Dios de Israel. Después, en
palabras audaces y enfáticas, reprendió a Belsasar por su gran im-
piedad. Hizo resaltar el pecado del rey y le señaló las lecciones que
podría haber aprendido, pero que no aprendió. Belsasar no había
leído correctamente lo experimentado por su abuelo, ni prestado
atención a las advertencias que le daban acontecimientos tan sig-
nificativos para él mismo. Se le había concedido la oportunidad de
conocer al verdadero Dios y de obedecerle, pero no le había prestado
atención, y estaba por cosechar las consecuencias de su rebelión.
Declaró el profeta: “Y tú, ... Belsasar, no has humillado tu co-
razón, sabiendo todo esto: antes contra el Señor del cielo te has
ensoberbecido, e hiciste traer delante de ti los vasos de su casa, y
tú y tus príncipes, tus mujeres y tus concubinas, bebisteis vino en
ellos: demás de esto, a dioses de plata y de oro, de metal, de hierro,
de madera, y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben, diste alabanza: