Página 362 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
y el santuario será purificado” (
Vers. 14
), le llenó de perplejidad.
Con fervor solicitó que se le permitiera conocer el significado de
la visión. No podía comprender la relación que pudiera haber entre
los setenta años de cautiverio, predichos por Jeremías, y los dos
mil trescientos años que, según oyó en visión, el visitante celestial
anunciaba como habiendo de transcurrir antes de la purificación del
santuario. El ángel Gabriel le dió una interpretación parcial; pero
cuando el profeta oyó las palabras: “La visión ... es para muchos
días,” se desmayó. Anota al respecto: “Yo Daniel fuí quebrantado, y
estuve enfermo algunos días: y cuando convalecí, hice el negocio
del rey; mas estaba espantado acerca de la visión, y no había quien
la entendiese.”
Daniel 8:26, 27
.
Todavía preocupado acerca de Israel, Daniel estudió nuevamente
las profecías de Jeremías. Estas eran muy claras, tan claras, en
realidad, que por los testimonios registrados en los libros entendió
“el número de los años, del cual habló Jehová al profeta Jeremías,
que había de concluir la asolación de Jerusalem en setenta años.”
Daniel 9:2
.
Con una fe fundada en la segura palabra profética, Daniel rogó
al Señor que estas promesas se cumpliesen prestamente. Rogó que
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el honor de Dios fuese preservado. En su petición se identificó
plenamente con aquellos que no habían cumplido el propósito divino,
y confesó los pecados de ellos como propios.
Declaró el profeta: “Y volví mi rostro al Señor Dios, buscándole
en oración y ruego, en ayuno, y cilicio, y ceniza. Y oré a Jehová mi
Dios, y confesé.”
Daniel 9:3, 4 (VM)
. Aunque Daniel había servido
a Dios durante mucho tiempo y el Cielo lo había llamado “muy
amado”, se presenta ahora delante de Dios como pecador, e insiste
en la gran necesidad del pueblo al cual ama. Su oración es elocuente
en su sencillez, y de un fervor intenso. Oigámosle interceder:
“Ahora Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas
el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus man-
damientos; hemos pecado, hemos hecho iniquidad, hemos obrado
impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus
mandamientos y de tus juicios. No hemos obedecido a tus siervos los
profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, y a nuestros
príncipes, a nuestros padres, y a todo el pueblo de la tierra.