“Los profetas de Dios que les ayudaban”
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Comprendieron que la ayuda obtenida por una alianza con aque-
llos hombres sería insignificante, comparada con la bendición que
podían esperar si seguían las claras órdenes de Jehová.
Acerca de la relación que Israel debía sostener con los pueblos
circundantes, el Señor había declarado por Moisés: “No harás con
ellos alianza, ni las tomarás a merced. Y no emparentarás con ellos:
... porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses aje-
nos; y el furor de Jehová se encenderá sobre vosotros, y te destruirá
presto.” “Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te
ha escogido para que le seas un pueblo singular de entre todos los
pueblos que están sobre la haz de la tierra.”
Deuteronomio 7:2-4;
14:2
.
Fué claramente predicho el resultado que tendría el hacer pactos
con las naciones circundantes. Moisés había declarado: “Jehová te
esparcirá por todos los pueblos, desde el un cabo de la tierra hasta el
otro cabo de ella; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú
ni tus padres, al leño y a la piedra. Y ni aun entre las mismas gentes
descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; que allí te dará
Jehová corazón temeroso, y caimiento de ojos, y tristeza de alma:
y tendrás tu vida como colgada delante de ti, y estarás temeroso
de noche y de día, y no confiarás de tu vida. Por la mañana dirás:
¡Quién diera fuese la tarde! y a la tarde dirás: ¡Quién diera fuese la
mañana! por el miedo de tu corazón con que estarás amedrentado,
y por lo que verán tus ojos.” Pero la promesa había sido: “Mas si
desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de
todo tu corazón y de toda tu alma.”
Deuteronomio 28:64-67; 4:29
.
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Zorobabel y sus asociados conocían estas escrituras y muchas
otras parecidas; en el cautiverio reciente habían tenido evidencia tras
evidencia de su cumplimiento. Y ahora, habiéndose arrepentido de
los males que habían atraído sobre ellos y sus padres los castigos
predichos tan claramente por Moisés; habiendo vuelto con todo su
corazón a Dios y renovado su pacto con él, se les había permiti-
do regresar a Judea, para que pudieran restaurar lo que había sido
destruido. ¿Debían, en el mismo comienzo de su empresa, hacer un
pacto con los idólatras?
“No harás con ellos alianza,” había dicho el Señor; y los que
últimamente habían vuelto a dedicarse al Señor ante el altar erigi-
do frente a las ruinas de su templo comprendieron que la raya de