Página 38 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
y para difundir en todo el mundo los principios del santo vivir, se
gastó egoístamente en proyectos ambiciosos.
Embargado por un deseo avasallador de superar en ostentación
a las demás naciones, el rey pasó por alto la necesidad de adquirir
belleza y perfección de carácter. Al procurar glorificarse delante del
mundo, perdió su honor e integridad. Las enormes rentas adquiridas
al comerciar con muchos países, fueron suplementadas por gravo-
sas contribuciones. Así el orgullo, la ambición, la prodigalidad y
la sensualidad dieron frutos de crueldad y exacciones. El espíritu
concienzudo y considerado que había señalado su trato con el pueblo
durante la primera parte de su reinado, había cambiado. Después de
haber sido el gobernante más sabio y más misericordioso, degeneró
en un tirano. Antes había sido para el pueblo un guardián compasivo
y temeroso de Dios; pero llegó a ser opresor y déspota. Cobraba al
pueblo un impuesto tras otro, a fin de que hubiese recursos con que
sostener una corte lujosa. El pueblo empezó a quejarse. El respeto y
la admiración que antes tributara a su rey se trocaron en desafecto y
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aborrecimiento.
A fin de crear una salvaguardia contra la tendencia a confiar en
el brazo de la carne, el Señor había advertido a los que hubieran de
gobernar a Israel que no debían multiplicar el número de los caballos
que poseyeran. Sin embargo, en completo desprecio de esta orden,
“sacaban caballos ... de Egipto.” “Sacaban también caballos para
Salomón, de Egipto y de todas las provincias.” “Y juntó Salomón
carros y gente de a caballo; y tenía mil cuatrocientos carros, y doce
mil jinetes, los cuales puso en las ciudades de los carros, y con el
rey en Jerusalem.”
2 Crónicas 1:16; 9:28
;
1 Reyes 10:26
.
Cada vez más el rey llegó a considerar los lujos, la sensualidad y
el favor del mundo como indicios de grandeza. Hizo traer mujeres
hermosas y atractivas de Egipto, Fenicia, Edom, Moab, y muchos
otros lugares. Esas mujeres se contaban por centenares. Su religión
se basaba en el culto de los ídolos, y se les había enseñado a prac-
ticar ritos crueles y degradantes. Hechizado por su belleza, el rey
descuidaba sus deberes hacia Dios y su reino.
Sus mujeres ejercieron una influencia poderosa sobre él, y gra-
dualmente le indujeron a participar de su culto. Salomón había
despreciado las instrucciones que Dios había dado para que sirvie-
sen como barrera contra la apostasía, y llegó a entregarse al culto de