Página 39 - Profetas y Reyes (1957)

Basic HTML Version

El orgullo de la prosperidad
35
los dioses falsos. “Y ya que Salomón era viejo, sus mujeres inclina-
ron su corazón tras dioses ajenos; y su corazón no era perfecto con
Jehová su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón
siguió a Astaroth, diosa de los Sidonios, y a Milcom, abominación
de los Ammonitas.”
1 Reyes 11:4, 5
.
En la eminencia meridional del monte de las Olivas, frente al
monte Moria, donde estaba el hermoso templo de Jehová, Salomón
erigió una imponente acumulación de edificios destinados a servir
como centro de idolatría. A fin de agradar a sus esposas colocó
enormes ídolos, abominables imágenes de madera y piedra, entre
los huertos de mirtos y olivos. Allí, delante de los altares de las
[41]
divinidades paganas, “Chemos, abominación de Moab” y “Moloch,
abominación de los hijos de Ammón” (
1 Reyes 11:7
), se practicaban
los ritos más degradantes del paganismo.
La conducta de Salomón atrajo su inevitable castigo. Al separar-
se de Dios para relacionarse con los idólatras se acarreó la ruina. Al
ser infiel a Dios, perdió el dominio propio. Desapareció su eficiencia
moral. Sus sensibilidades delicadas se embotaron, su conciencia
se cauterizó. El que durante la primera parte de su reinado había
manifestado tanta sabiduría y simpatía al devolver un niño desampa-
rado a su madre infortunada (
1 Reyes 3:16-28
), degeneró al punto
de consentir en que se erigiese un ídolo al cual se sacrificaban ni-
ños vivos. El que en su juventud había sido dotado de discreción
y entendimiento, el que en pleno vigor de su edad adulta se había
sentido inspirado para escribir: “Hay camino que al hombre parece
derecho: empero su fin son caminos de muerte” (
Proverbios 14:12
),
se apartó tanto de la pureza en años ulteriores que toleraba los ritos
licenciosos y repugnantes relacionados con el culto de Chemos y
Astarot, o Astarte. El que en ocasión de la dedicación del templo
había dicho a su pueblo: “Sea pues perfecto vuestro corazón para
con Jehová nuestro Dios” (
1 Reyes 8:61
), transgredió él mismo y
negó sus propias palabras en su corazón y en su vida. Consideró
erróneamente la libertad como licencia. Procuró, pero ¡a qué costo!
unir la luz con las tinieblas, el bien con el mal, la pureza con la
impureza, Cristo con Belial.
Después de haber sido uno de los mayores reyes que hayan em-
puñado un cetro, Salomón se transformó en licencioso, instrumento
y esclavo de otros. Su carácter, una vez noble y viril, se trocó en