Página 40 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
enervado y afeminado. Su fe en el Dios viviente quedó suplantada
por dudas ateas. La incredulidad destruía su felicidad, debilitaba
sus principios y degradaba su vida. La justicia y magnanimidad de
la primera parte de su reinado se transformaron en despotismo y
tiranía. ¡Pobre y frágil naturaleza humana! Poco puede hacer Dios
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en favor de los hombres que pierden el sentido de cuánto dependen
de él.
Durante aquellos años de apostasía, progresó de continuo la
decadencia espiritual de Israel. ¿Cómo podría haber sido de otra
manera cuando su rey había unido sus intereses con los agentes satá-
nicos? Mediante estos agentes, el enemigo obraba para confundir a
los israelitas acerca del culto verdadero y del falso; y ellos resultaron
una presa fácil. El comercio con las demás naciones los ponía en
relación estrecha con aquellos que no amaban a Dios, y disminuyó
enormemente el amor que ellos mismos le profesaban. Se amortiguó
su agudo sentido del carácter elevado y santo de Dios. Rehusando se-
guir en la senda de la obediencia, transfirieron su reconocimiento al
enemigo de la justicia. Vino a ser práctica común el casamiento entre
idólatras e israelitas, y éstos perdieron pronto su aborrecimiento por
el culto de los ídolos. Se toleraba la poligamia. Las madres idólatras
enseñaban a sus hijos a observar los ritos paganos. En algunas vidas,
una idolatría de la peor índole reemplazó el servicio religioso puro
instituido por Dios.
Los cristianos deben mantenerse distintos y separados del mun-
do, de su espíritu y de su influencia. Dios tiene pleno poder para
guardarnos en el mundo, pero no debemos formar parte de él. El
amor de Dios no es incierto ni fluctuante. El vela siempre sobre sus
hijos con un cuidado inconmensurable. Pero requiere una fidelidad
indivisa. “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá
al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al otro:
no podéis servir a Dios y a Mammón.”
Mateo 6:24
.
Salomón había sido dotado de sabiduría admirable; pero el mun-
do le atrajo y le desvió de Dios. Los hombres de hoy no son más
fuertes que él; propenden tanto como él a ceder a las influencias que
ocasionaron su caída. Así como Dios advirtió a Salomón el peligro
que corría, hoy amonesta a sus hijos para que no pongan sus almas
en peligro por la afinidad con el mundo. Les ruega: “Por lo cual salid
de en medio de ellos, y apartaos, ... no toquéis lo inmundo; y yo os
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