Página 421 - Profetas y Reyes (1957)

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Los edificadores de la muralla
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servir a Dios que no se aprovechó; y allí también se recuerda para
siempre todo acto de fe y amor.
El ejemplo de aquellos tecoitas tuvo poco peso frente a la influen-
cia inspiradora de Nehemías. El pueblo en general estaba animado
de patriotismo y celo. Hombres de capacidad e influencia organi-
zaron en compañías a las diversas categorías de ciudadanos, y cada
caudillo se hizo responsable de construir cierta parte de la muralla.
Acerca de algunos, se ha dejado escrito que edificaron “cada uno
enfrente de su casa.”
Tampoco disminuyó la energía de Nehemías una vez iniciado el
trabajo. Con incansable vigilancia sobreveía la construcción, dirigía
a los obreros, notaba los impedimentos y atendía a las emergencias.
A lo largo de toda la extensión de aquellas tres millas de muralla
[cinco kilómetros], se sentía constantemente su influencia. Con pala-
bras oportunas alentaba a los temerosos, despertaba a los rezagados
y aprobaba a los diligentes. Observaba siempre los movimientos
de los enemigos, que de vez en cuando se reunían a la distancia y
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entraban en conversación, como para maquinar perjuicios, y luego,
acercándose a los obreros, intentaban distraer su atención.
En sus muchas actividades, Nehemías no olvidaba la Fuente
de su fuerza. Elevaba constantemente su corazón a Dios, el gran
Sobreveedor de todos. “El Dios de los cielos—exclamaba,—él nos
prosperará;” y estas palabras, repetidas por los ecos del ambiente,
hacían vibrar el corazón de todos los que trabajaban en la muralla.
Pero la reedificación de las defensas de Jerusalén no progresó
sin impedimentos. Satanás estaba obrando para incitar oposición y
desaliento. Sambalat, Tobías y Gesem, sus principales agentes en
este movimiento, se dedicaron a estorbar la obra de reconstrucción.
Procuraron ocasionar división entre los obreros. Ridiculizaban los
esfuerzos de los constructores, declarando imposible la empresa y
prediciendo que fracasaría.
“¿Qué hacen estos débiles Judíos?—exclamaba Sambalat en son
de burla.—¿Hanles de permitir? ... ¿han de resucitar de los montones
del polvo las piedras que fueron quemadas?” Y Tobías, aun más
despectivo, añadía: “Aun lo que ellos edifican, si subiere una zorra
derribará su muro de piedra.”
Los edificadores no tardaron en tener que hacer frente a una
oposición más activa. Se veían obligados a protegerse continuamente