Página 426 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
en tu tierra que Jehová tu Dios te da, no endurecerás tu corazón,
ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre: mas abrirás a él tu mano
liberalmente, y en efecto le prestarás lo que basta, lo que hubiere
menester... Porque no faltarán menesterosos de en medio de la tierra;
por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, a tu
pobre, y a tu menesteroso en tu tierra.”
Éxodo 22:25
;
Deuteronomio
23:19; 15:7, 8, 11
.
Después que regresaron los desterrados de Babilonia, hubo oca-
siones en que los judíos pudientes obraron en forma directamente
contraria a esas órdenes. Cuando los pobres se habían visto obliga-
dos a pedir dinero prestado para pagar su tributo al rey, los ricos se lo
habían prestado, pero cobrándoles un interés elevado. Hipotecando
las tierras de los pobres, habían reducido gradualmente a los infortu-
nados deudores a la más profunda miseria. Muchos habían tenido
que vender en servidumbre a sus hijos e hijas; y no parecía haber
para ellos esperanza de mejorar su condición, ni medio de redimir a
sus hijos ni sus tierras, y sólo veían delante de sí la perspectiva de
una angustia cada vez peor, necesidad perpetua y esclavitud. Eran,
sin embargo, de la misma nación, hijos del mismo pacto que sus
hermanos más favorecidos.
Al fin el pueblo presentó su situación a Nehemías. “He aquí—le
explicaron—que nosotros sujetamos nuestros hijos y nuestras hijas
a servidumbre, y hay algunas de nuestras hijas sujetas: mas no hay
facultad en nuestras manos para rescatarlas, porque nuestras tierras
y nuestras viñas son de otros.”
Al imponerse Nehemías de esta cruel opresión, su alma se llenó
de indignación. “Enojéme—dice—en gran manera cuando oí su cla-
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mor y estas palabras.” Vió que para quebrantar la opresiva costumbre
de la extorsión, debía asumir una actitud decidida por la justicia.
Con la energía y la determinación que le caracterizaban, se puso a
trabajar para aliviar a sus hermanos.
El hecho de que los opresores eran hombres de fortuna, cuyo
apoyo se necesitaba mucho en la obra de restaurar la ciudad, no
influyó por un momento en Nehemías. Reprendió vivamente a los
nobles y gobernantes; y después de congregar una gran asamblea
del pueblo, les presentó los requerimientos de Dios acerca del caso.
Les recordó acontecimientos que habían sucedido durante el rei-
nado de Acaz. Repitió el mensaje que Dios había enviado entonces a