Página 43 - Profetas y Reyes (1957)

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pues, Bezaleel y Aholiab, y todo hombre sabio de corazón, a quien
Jehová dió sabiduría e inteligencia.”
Éxodo 35:30-35; 36:1
. Los
seres celestiales cooperaron con los obreros a quienes Dios mismo
había escogido.
Los descendientes de estos obreros heredaron en gran medida
los talentos conferidos a sus antepasados. Durante un tiempo, esos
hombres de Judá y de Dan permanecieron humildes y abnegados;
pero gradual y casi imperceptiblemente, dejaron de estar relaciona-
dos con Dios y perdieron su deseo de servirle desinteresadamente.
Basándose en su habilidad superior como artesanos, pedían sala-
rios más elevados por sus servicios. En algunos casos les fueron
concedidos, pero con mayor frecuencia hallaban empleo entre las
naciones circundantes. En lugar del noble espíritu de abnegación
que había llenado el corazón de sus ilustres antecesores, albergaron
un espíritu de codicia y fueron cada vez más exigentes. A fin de
ver complacidos sus deseos egoístas, dedicaron a servir a los reyes
paganos la habilidad que Dios les había dado, y sus talentos a la
ejecución de obras que deshonraban a su Hacedor.
Entre esos hombres buscó Salomón al artífice maestro que debía
dirigir la construcción del templo sobre el monte Moria. Habían sido
confiadas al rey especificaciones minuciosas, por escrito, acerca de
toda porción de la estructura sagrada; y él podría haber solicitado con
fe a Dios que le diese ayudantes consagrados, a quienes se habría
dotado de habilidad especial para hacer con exactitud el trabajo
requerido. Pero Salomón no percibió esta oportunidad de ejercer
la fe en Dios. Solicitó al rey de Tiro “un hombre hábil, que sepa
trabajar en oro, y en plata, y en metal, y en hierro, en púrpura, y en
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grana, y en cárdeno, y que sepa esculpir con los maestros que están
conmigo en Judá y en Jerusalem.”
2 Crónicas 2:7
.
El rey fenicio contestó enviando a Hiram, “hijo de una mujer
de las hijas de Dan, mas su padre fué de Tiro.”
2 Crónicas 2:14
.
Hiram era por parte de su madre descendiente de Aholiab a quien,
centenares de años antes, Dios había dado sabiduría especial para la
construcción del tabernáculo.
De manera que se puso a la cabeza de los obreros que trabajaban
para Salomón a un hombre cuyos esfuerzos no eran impulsados por
un deseo abnegado de servir a Dios, sino que servía al dios de este