Página 44 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
mundo, Mammón. Los principios del egoísmo estaban entretejidos
con las mismas fibras de su ser.
Considerando su habilidad extraordinaria, Hiram exigió un sa-
lario elevado. Gradualmente los principios erróneos que él seguía
llegaron a ser aceptados por sus asociados. Mientras trabajaban día
tras día con él, hacían comparaciones entre el salario que él recibía
y el propio, y empezaron a olvidar el carácter santo de su traba-
jo. Perdieron el espíritu de abnegación, que fué reemplazado por
el de codicia. Como resultado pidieron más salario, y éste les fué
concedido.
Las influencias funestas así creadas penetraron en todos los
ramos del servicio del Señor, y se extendieron por todo el reino.
Los altos salarios exigidos y recibidos daban a muchos oportunidad
de vivir en el lujo y el despilfarro. Los pobres eran oprimidos por
los ricos; casi se perdió el espíritu de altruísmo. En los efectos
abarcantes de estas influencias puede encontrarse una de las causas
principales de la terrible apostasía en la cual cayó el que se contó
una vez entre los más sabios de los mortales.
El agudo contraste entre el espíritu y los motivos del pueblo que
había construído el tabernáculo en el desierto y los que impulsaron
a quienes erigían el templo de Salomón, encierra una lección de pro-
fundo significado. El egoísmo que caracterizó a quienes trabajaban
en el templo halla hoy su contraparte en el egoísmo que existe en
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el mundo. Abunda el espíritu de codicia, que impulsa a buscar los
puestos y los sueldos más altos. Muy rara vez se ve el servicio vo-
luntario y la gozosa abnegación manifestada por los que construían
el tabernáculo. Pero un espíritu tal es el único que debiera impulsar
a quienes siguen a Jesús. Nuestro divino Maestro nos ha dado un
ejemplo de cómo deben trabajar sus discípulos. A aquellos a quienes
invitó así: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”
(
Mateo 4:19
), no ofreció ninguna suma definida como recompensa
por sus servicios. Debían compartir su abnegación y sacrificio.
Al trabajar no debemos hacerlo por el salario que recibimos. El
motivo que nos impulsa a trabajar para Dios no debe tener nada
que se asemeje al egoísmo. La devoción abnegada y un espíritu de
sacrificio han sido siempre y seguirán siendo el primer requisito de
un servicio aceptable. Nuestro Señor y Maestro quiere que no haya
una sola fibra de egoísmo entretejida con su obra. Debemos dedicar a