Página 438 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
Entonces, de la muchedumbre congregada, que estaba de pie con
las manos extendidas al cielo, se elevó este canto:
“Bendigan el nombre tuyo,
glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza.
Tú, oh Jehová, eres solo:
tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos y toda su milicia;
la tierra y todo lo que está en ella,
los mares y todo lo que hay en ellos;
y tú vivificas todas estas cosas,
y los ejércitos de los cielos te adoran.”
Acabado el canto de alabanza, los dirigentes de la congregación
relataron la historia de Israel, para demostrar cuán grande había sido
la bondad de Dios hacia ellos, y cuán ingratos habían sido. Entonces
toda la congregación pactó que guardaría todos los mandamientos
de Dios. Habían sido castigados por sus pecados; ahora reconocían
la justicia con que Dios los había tratado, y se comprometían a
obedecer su ley. Y para que su pacto fuese una “fiel alianza” y se
conservase en forma permanente como recuerdo de la obligación
que habían asumido, fué escrito, y los sacerdotes, levitas y príncipes
lo firmaron. Debía servir para recordar los deberes y proteger contra
la tentación. Los del pueblo juraron solemnemente “que andarían
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en la ley de Dios, que fué dada por mano de Moisés siervo de Dios,
y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos de Jehová
nuestro Señor, y sus juicios y sus estatutos.” Y ese juramento incluyó
una promesa de no hacer alianzas matrimoniales con el pueblo de la
tierra.
Antes que terminase el día de ayuno, el pueblo recalcó aun
más su resolución de volver al Señor, al comprometerse a dejar de
profanar el sábado. Nehemías no ejerció entonces, como lo hizo en
fecha ulterior, su autoridad para impedir a los traficantes paganos
que entrasen en Jerusalén; sino que en un esfuerzo para evitar que el
pueblo cediese a la tentación, lo comprometió en un pacto solemne
a no transgredir la ley del sábado comprando de dichos vendedores,
con la esperanza de que esto desanimaría a los tales y acabaría con
el tráfico.