Página 46 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
había construído, resolvió “probarle con preguntas” y conocer por
su cuenta sus renombradas obras. Acompañada por un séquito de
sirvientes y de camellos que llevaban “especias, y oro en grande
abundancia, y piedras preciosas,” hizo el largo viaje a Jerusalén. “Y
como vino a Salomón, propúsole todo lo que en su corazón tenía.”
Conversó con él de los misterios de la naturaleza; y Salomón la
instruyó acerca del Dios de la naturaleza, del gran Creador, que mora
en lo más alto de los cielos, y lo rige todo. “Salomón le declaró todas
sus palabras: ninguna cosa quedó que Salomón no le declarase.”
1
Reyes 10:1-3
;
2 Crónicas 9:1, 2
.
“Y cuando la reina de Seba vió toda la sabiduría de Salomón,
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y la casa que había edificado, ... quedóse enajenada.” Reconoció:
“Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; mas
yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto, que ni aun
la mitad fué lo que se me dijo: es mayor tu sabiduría y bien que
la fama que yo había oído. Bienaventurados tus varones, dichosos
estos tus siervos, que están continuamente delante de ti, y oyen tu
sabiduría.”
1 Reyes 10:4-8
;
2 Crónicas 9:3-6
.
Al llegar al fin de su visita, la reina había sido cabalmente en-
señada por Salomón con respecto a la fuente de su sabiduría y
prosperidad, y ella se sintió constreñida, no a ensalzar al agente hu-
mano, sino a exclamar: “Jehová tu Dios sea bendito, que se agradó
de ti para ponerte en el trono de Israel; porque Jehová ha amado
siempre a Israel, y te ha puesto por rey, para que hagas derecho y
justicia.”
1 Reyes 10:9
. Tal era la impresión que Dios quería que
recibiesen todos los pueblos. Y cuando “todos los reyes de la tierra
procuraban ver el rostro de Salomón, por oír su sabiduría, que Dios
había puesto en su corazón” (
2 Crónicas 9:23
), Salomón honró a
Dios durante un tiempo llamándoles la atención al Creador de los
cielos y la tierra, gobernante omnisciente del universo.
Si con humildad Salomón hubiese continuado desviando de sí
mismo la atención de los hombres para dirigirla hacia Aquel que le
había dado sabiduría, riquezas y honores, ¡cuán diferente habría sido
su historia! Pero así como la pluma inspirada relata sus virtudes,
atestigua también con fidelidad su caída. Elevado al pináculo de la
grandeza, y rodeado por los dones de la fortuna, Salomón se dejó
marear, perdió el equilibrio y cayó. Constantemente alabado por
los hombres del mundo, no pudo a la larga resistir la adulación.