Página 465 - Profetas y Reyes (1957)

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“La casa de Israel”
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nombre perfume, y presente limpio; porque grande es mi nombre
entre las gentes.”
Vers. 11
.
El pacto “de vida y de paz” que Dios había hecho con los hijos
de Leví, el pacto que habría traído indecibles bendiciones si se lo
hubiese cumplido, el Señor ofreció renovarlo con los que habían
sido una vez caudillos espirituales, pero que por la transgresión se
habían tornado “viles y bajos a todo el pueblo.”
Malaquías 2:5, 9
.
Solemnemente los que obraban mal fueron avisados de que
vendría el día del juicio y que Jehová se proponía castigar a todo
transgresor con una presta destrucción. No obstante, nadie era dejado
sin esperanza; las profecías de juicio que emitía Malaquías iban
acompañadas de invitaciones a los impenitentes para que hicieran
la paz con Dios. El Señor los instaba así: “Tornaos a mí, y yo me
tornaré a vosotros.”
Malaquías 3:7
.
Parecería que todo corazón debiera responder a una invitación
tal. El Dios del cielo ruega a sus hijos errantes que vuelvan a él, a
fin de poder cooperar de nuevo con él para llevar adelante su obra
en la tierra. El Señor extiende su mano para tomar la de Israel, a
fin de ayudarle a regresar a la senda estrecha de la abnegación y a
compartir con él la herencia como hijos de Dios. ¿Escucharán la
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súplica? ¿Discernirán su única esperanza?
¡Cuán triste es el relato de que en tiempos de Malaquías los
israelitas titubeaban en entregar sus orgullosos corazones en una
obediencia presta y amante para una cooperación cordial! En su
respuesta se nota el esfuerzo por justificarse: “¿En qué hemos de
tornar?”
El Señor revela a su pueblo uno de sus pecados especiales. Pre-
gunta: “¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado.”
No reconociendo todavía su pecado, los desobedientes preguntan:
“¿En qué te hemos robado?”
La respuesta del Señor es definida: “Los diezmos y las primicias.
Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí, y haya alimento
en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos,
si no os abriré las ventanas de los cielos, y vaciaré sobre vosotros
bendición hasta que sobreabunde. Increparé también por vosotros al
devorador, y no os corromperá el fruto de la tierra; ni vuestra vid en
el campo abortará, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las gentes