Página 466 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová
de los ejércitos.”
Malaquías 3:7-12
.
Dios bendice el trabajo de las manos de los hombres, para que
ellos le devuelvan la porción que le pertenece. Les da el sol y la
lluvia; hace florecer la vegetación; les da salud y capacidad para ad-
quirir recursos. Toda bendición proviene de su mano bondadosa, y él
desea que hombres y mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole
una porción en diezmos y ofrendas, ofrendas de agradecimiento, de
buena voluntad y pacíficas. Han de consagrar sus recursos al servicio
de él, para que su viña no permanezca árida. Deben estudiar lo que
el Señor haría si estuviese en su lugar. Deben llevarle en oración
todos los asuntos difíciles. Han de revelar un interés altruísta en el
fortalecimiento de su obra en todas partes del mundo.
Mediante mensajes como los dados por Malaquías, el último
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profeta del Antiguo Testamento, así como mediante la opresión
impuesta por los enemigos paganos, los israelitas aprendieron fi-
nalmente la lección de que la verdadera prosperidad depende de la
obediencia a la ley de Dios. Pero en el caso de muchos de entre el
pueblo, la obediencia no era fruto de la fe ni del amor. Sus motivos
eran egoístas. Prestaban un servicio exterior para alcanzar grandeza
nacional. El pueblo escogido no llegó a ser la luz del mundo, sino
que se encerró en sí mismo y se aisló del mundo para salvaguar-
darse de ser seducido por la idolatría. Las restricciones que Dios
había dictado para prohibir los casamientos mixtos entre su pueblo
y los paganos, y para impedir que Israel participase en las prácticas
idólatras de las naciones circundantes, se pervirtieron al punto de
constituir un muro de separación entre los israelitas y todos los de-
más pueblos, para privar a esos pueblos de las bendiciones que Dios
había ordenado a Israel comunicar al mundo.
Al mismo tiempo, por sus pecados los judíos se estaban separan-
do ellos mismos de Dios. Eran incapaces de discernir el profundo
significado espiritual de su servicio simbólico. Dominados por un
sentimiento de justicia propia, confiaban en sus propias obras, en los
sacrificios y los ritos mismos, en vez de los méritos de Aquel a quien
señalaban todas esas cosas. De este modo, “ignorando la justicia de
Dios, y procurando establecer la suya propia” (
Romanos 10:3
), se
encerraron en un formalismo egoísta. Careciendo del Espíritu y de
la gracia de Dios, procuraron suplir esta falta mediante una rigurosa