Página 468 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
nocer los justos derechos del Dueño de la viña que se les había dado
a cultivar. Odiaron su ejemplo de veracidad y piedad; y cuando llegó
la prueba final, que significaba obedecer para tener la vida eterna
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o desobedecer y merecer la muerte eterna, rechazaron al Santo de
Israel y se hicieron responsables de su crucifixión en el Calvario.
En la parábola de la viña que dió hacia el final de su ministerio en
esta tierra, Cristo llamó la atención de los maestros judíos a las ricas
bendiciones concedidas a Israel, y les mostró en ellas el derecho
que Dios tenía a que le obedeciesen. Les presentó claramente la
gloria del propósito de Dios, que ellos podrían haber cumplido por
su obediencia. Descorriendo el velo que ocultaba lo futuro, reveló
cómo, al no cumplir ese propósito, toda la nación perdía su bendición
y se acarreaba la ruina.
Dijo Cristo: “Fué un hombre, padre de familia, el cual plantó
una viña; y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una
torre, y la dió a renta a labradores, y se partió lejos.”
Mateo 21:33
.
El Salvador se refería a “la viña de Jehová de los ejércitos,” que
siglos antes el profeta Isaías había declarado era “la casa de Israel.”
Isaías 5:7
.
“Y cuando se acercó el tiempo de los frutos—continuó diciendo
Cristo, el dueño de la viña,—envió sus siervos a los labradores, para
que recibiesen sus frutos. Mas los labradores, tomando a los siervos,
al uno hirieron, y al otro mataron, y al otro apedrearon. Envió de
nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de
la misma manera. Y a la postre les envió su hijo, diciendo: Tendrán
respeto a mi hijo. Mas los labradores, viendo al hijo, dijeron entre
sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y tomemos su heredad. Y
tomado, le echaron fuera de la viña, y le mataron.”
Habiendo descrito ante los sacerdotes el acto culminante de su
maldad, Cristo les preguntó: “Cuando viniere el señor de la viña,
¿qué hará a aquellos labradores?” Los sacerdotes habían estado
siguiendo la narración con profundo interés; y sin considerar la
relación que con ellos tenía el asunto, se unieron al pueblo para
contestar: “A los malos destruirá miserablemente, y su viña dará a
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renta a otros labradores, que le paguen el fruto a sus tiempos.”
Sin darse cuenta de ello, habían pronunciado su propia condena-
ción. Jesús los miró, y bajo esa mirada escrutadora comprendieron
que leía los secretos de su corazón. Su divinidad fulguró delante de