Página 48 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio, y
justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová.”
Jeremías
9:23, 24
.
“Alabaré yo el nombre de Dios, ...
Ensalzarélo con alabanza.”
“Señor, digno eres de recibir gloria y honra y virtud.”
“Te alabaré, oh Jehová Dios mío, con todo mi corazón;
Y glorificaré tu nombre para siempre.”
“Engrandeced a Jehová conmigo,
Y ensalcemos su nombre a una.”
Salmos 69:30; Apocalipsis
4:11; Salmos 86:12; 34:3.
La introducción de principios que apartaban a la gente de un
espíritu de sacrificio y la inducían a glorificarse a sí misma, iba
acompañada de otra grosera perversión del plan divino para Israel.
Dios quería que su pueblo fuese la luz del mundo. De él debía
resplandecer la gloria de su ley mientras la revelaba en la práctica de
su vida. Para que este designio se cumpliese, había dispuesto que la
nación escogida ocupase una posición estratégica entre las naciones
de la tierra.
En los tiempos de Salomón, el reino de Israel se extendía desde
Hamath en el norte hasta Egipto en el sur, y desde el mar Medi-
terráneo hasta el río Eufrates. Por este territorio cruzaban muchos
caminos naturales para el comercio del mundo, y las caravanas pro-
venientes de tierras lejanas pasaban constantemente en un sentido y
en otro. Esto daba a Salomón y a su pueblo oportunidades favorables
para revelar a hombres de todas las naciones el carácter del Rey de
reyes y para enseñarles a reverenciarle y obedecerle. Este conoci-
miento debía comunicarse a todo el mundo. Mediante la enseñanza
de los sacrificios y ofrendas, Cristo debía ser ensalzado delante de
las naciones, para que todos pudiesen vivir.
Puesto a la cabeza de una nación que había sido establecida
como faro para las naciones circundantes, Salomón debiera haber