El arrepentimiento de Salomón
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bien.” “Hay un mal que debajo del sol he visto, a manera de error
emanado del príncipe: la necedad está colocada en grandes alturas.”
“Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor el perfume
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del perfumista: así una pequeña locura, al estimado por sabiduría y
honra.”
Eclesiastés 9:18; 10:5, 6, 1
.
Entre las muchas lecciones enseñadas por la vida de Salomón,
ninguna se recalca tanto como la referente al poder de la influencia
para el bien o para el mal. Por limitada que sea nuestra esfera,
ejercemos una influencia benéfica o maléfica. Sin que lo sepamos y
sin que podamos evitarlo, ella se ejerce sobre los demás en bendición
o maldición. Puede ir acompañada de la lobreguez del descontento
y del egoísmo, o del veneno mortal de algún pecado que hayamos
conservado; o puede ir cargada del poder vivificante de la fe, el valor
y la esperanza, así como de la suave fragancia del amor. Pero lo
seguro es que manifestará su potencia para el bien o para el mal.
Puede llenarnos de pavor el pensar que nuestra influencia pueda
tener sabor de muerte para muerte; y sin embargo es así. Un alma
extraviada, que pierde la bienaventuranza eterna, es una pérdida ines-
timable. Y sin embargo un acto temerario o una palabra irreflexiva
de nuestra parte, puede ejercer una influencia tan profunda sobre la
vida de otra persona, que resulte en la ruina de su alma. Una sola
mancha en nuestro carácter puede desviar a muchos de Cristo.
Mientras la semilla sembrada produce una cosecha, y ésta a su
vez se siembra, la mies se multiplica. En nuestras relaciones con los
demás, esta ley se cumple. Cada acto, cada palabra, constituye una
semilla que dará fruto. Cada acto de bondad reflexiva, de obediencia,
de abnegación, se reproducirá en los demás, y por ellos en otros aún.
Así también cada acto de envidia, malicia y disensión, es una semilla
que producirá una “raíz de amargura” (
Hebreos 12:15
), por la cual
muchos serán contaminados. ¡Y cuánto mayor aún será el número
de los que serán envenenados por esos muchos! Así prosigue para
este tiempo y para la eternidad la siembra del bien y del mal.
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