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Profetas y Reyes
El castigo que sobrecogió al mensajero infiel fué una evidencia
adicional de la verdad contenida en la profecía pronunciada contra el
altar. Si, después que desobedeciera a la palabra del Señor, se hubiese
dejado al profeta seguir su viaje sano y salvo, el rey habría basado
en este hecho una tentativa de justificar su propia desobediencia.
En el altar partido, en el brazo paralizado, y en la terrible suerte
de aquel que se había atrevido a desobedecer una orden expresa de
Jehová, Jeroboam debiera haber discernido prestas manifestaciones
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del desagrado de un Dios ofendido, y estos castigos debieran haberle
advertido que no debía persistir en su mal proceder. Pero, lejos
de arrepentirse, Jeroboam “volvió a hacer sacerdotes de los altos
de la clase del pueblo, y quien quería se consagraba, y era de los
sacerdotes de los altos.” No sólo cometió así él mismo un pecado
gravoso, sino que hizo “pecar a Israel,” “y esto fué causa de pecado
a la casa de Jeroboam; por lo cual fué cortada y raída de sobre la
haz de la tierra.”
1 Reyes 13:33, 34; 14:16
.
Hacia el final de un reinado perturbado de veintidós años, Jero-
boam sufrió una derrota desastrosa en la guerra con Abías, sucesor
de Roboam. “Y nunca más tuvo Jeroboam poderío en los días de
Abías: e hirióle Jehová, y murió.”
2 Crónicas 13:20
.
La apostasía introducida durante el reinado de Jeroboam se fué
haciendo cada vez más pronunciada, hasta que finalmente resultó en
la destrucción completa del reino de Israel. Aun antes de la muerte
de Jeroboam, Ahías, anciano profeta de Silo que muchos años antes
había predicho la elevación de Jeroboam al trono, declaró: “Jehová
sacudirá a Israel, al modo que la caña se agita en las aguas: y él
arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres,
y esparcirálos de la otra parte del río, por cuanto han hecho sus
bosques, enojando a Jehová. Y él entregará a Israel por los pecados
de Jeroboam, el cual pecó, y ha hecho pecar a Israel.”
1 Reyes 14:15,
16
.
Sin embargo, el Señor no abandonó a Israel sin hacer primero
todo lo que podía hacerse para que volviera a serle fiel. A través
de los largos y obscuros años durante los cuales un gobernante tras
otro se destacaba en atrevido desafío del Cielo y hundía cada vez
más a Israel en la idolatría, Dios mandó mensaje tras mensaje a
su pueblo apóstata. Mediante sus profetas, le dió toda oportunidad
de detener la marea de la apostasía, y de regresar a él. Durante los