Página 86 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 10—Una severa reprensión
Este capítulo está basado en 1 Reyes 17:8-24; 18:1-19.
Por un tiempo Elías permaneció escondido en las montañas don-
de corría el arroyo Cherit. Durante muchos meses se le proveyó
milagrosamente de alimento. Más tarde, cuando, debido a la prolon-
gada sequía, se secó el arroyo, Dios ordenó a su siervo que hallase
refugio en una tierra pagana. Le dijo: “Levántate, vete a Sarepta de
Sidón, y allí morarás: he aquí yo he mandado allí a una mujer viuda
que te sustente.”
Esa mujer no era israelita. Nunca había gozado de los privilegios
y bendiciones que había disfrutado el pueblo escogido por Dios;
pero creía en el verdadero Dios, y había andado en toda la luz que
resplandecía sobre su senda. De modo que cuando no hubo seguridad
para Elías en la tierra de Israel, Dios le envió a aquella mujer para
que hallase asilo en su casa.
“Entonces él se levantó, y se fué a Sarepta. Y como llegó a la
puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí cogiendo
serojas; y él la llamó, y díjole: Ruégote que me traigas una poca de
agua en un vaso, para que beba. Y yendo ella para traérsela, él la
volvió a llamar, y díjole: Ruégote que me traigas también un bocado
de pan en tu mano.”
En ese hogar azotado por la pobreza, el hambre apremiaba; y la
escasa pitanza parecía a punto de agotarse. La llegada de Elías en
el mismo día en que la viuda temía verse obligada a renunciar a la
lucha para sustentar su vida, probó hasta lo sumo la fe de ella en el
poder del Dios viviente para proveerle lo que necesitaba. Pero aun
en su extrema necesidad, reveló su fe cumpliendo la petición del
forastero que solicitaba compartir con ella su último bocado.
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En respuesta a la petición que le hacía Elías, de que le diera de
comer y beber, la mujer dijo: “Vive Jehová Dios tuyo, que no tengo
pan cocido; que solamente un puñado de harina tengo en la tinaja,
y un poco de aceite en una botija: y ahora cogía dos serojas, para
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