Página 88 - Profetas y Reyes (1957)

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Profetas y Reyes
esta promesa: “El que recibe profeta en nombre de profeta, merced
de profeta recibirá.”
Mateo 10:41
.
“No olvidéis la hospitalidad, porque por ésta algunos, sin saberlo,
hospedaron ángeles.”
Hebreos 13:2
. Estas palabras no han perdido
fuerza con el transcurso del tiempo. Nuestro Padre celestial continúa
poniendo en la senda de sus hijos oportunidades que son bendiciones
disfrazadas; y aquellos que aprovechan esas oportunidades encuen-
tran mucho gozo. “Si derramares tu alma al hambriento, y saciares el
alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como
el medio día; y Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías hartará
tu alma, y engordará tus huesos; y serás como huerta de riego, y
como manadero de aguas, cuyas aguas nunca faltan.”
Isaías 58:10,
11
.
A sus siervos fieles de hoy dice Cristo: “El que os recibe a vo-
sotros, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe al que me envió.”
Ningún acto de bondad realizado en su nombre dejará de ser reco-
nocido y recompensado. En el mismo tierno reconocimiento incluye
Cristo hasta los más humildes y débiles miembros de la familia de
Dios. Dice él: “Cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos un
vaso de agua fría solamente—a los que son como niños en su fe y
conocimiento de Cristo,—en nombre de discípulo, de cierto os digo,
que no perderá su recompensa.”
Mateo 10:40, 42
.
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Durante los largos años de sequía y hambre, Elías rogó fer-
vientemente que el corazón de Israel se tornase de la idolatría a
la obediencia a Dios. Pacientemente aguardaba el profeta mientras
que la mano del Señor apremiaba gravosamente la tierra castigada.
Mientras veía multiplicarse por todos lados las manifestaciones de
sufrimiento y escasez, su corazón se agobiaba de pena y suspiraba
por el poder de provocar una presta reforma. Pero Dios mismo estaba
cumpliendo su plan, y todo lo que su siervo podía hacer era seguir
orando con fe y aguardar el momento de una acción decidida.
La apostasía que prevalecía en el tiempo de Acab era resultado
de muchos años de mal proceder. Poco a poco, año tras año, Israel
se había estado apartando del buen camino. Una generación tras
otra había rehusado enderezar sus pasos, y al fin la gran mayoría
del pueblo se había entregado a la dirección de las potestades de las
tinieblas.