Página 12 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
Las lecciones objetivas de Dios no se han borrado; correctamente
entendida, la naturaleza habla de su Creador.
En los días de Cristo se habían perdido de vista estas lecciones.
Los hombres casi habían dejado de discernir a Dios en sus obras.
La pecaminosidad de la humanidad había echado una mortaja sobre
la radiante faz de la creación; y en vez de manifestar a Dios, sus
obras llegaron a ser un obstáculo que lo ocultaba. Los hombres
honraron y sirvieron “a las criaturas antes que al Creador”. Así los
paganos “se desvanecieron en sus discursos, y el necio corazón de
ellos fue entenebrecido”
De esta suerte, en Israel, las enseñanzas
de los hombres habían sido colocadas en lugar de las de Dios. No
solamente las cosas de la naturaleza, sino el ritual de los sacrificios
y las mismas Escrituras—todos dados para revelar a Dios—, fueron
tan pervertidos que llegaron a ser los medios de ocultarlo.
Cristo trató de quitar aquello que oscurecía la verdad. Vino a
descorrer el velo que el pecado había echado sobre la faz de la
naturaleza, a fin de que reflejase la gloria espiritual, y todas las cosas
habían sido creadas para mostrar esa gloria. Sus palabras presentaban
a través de un nuevo prisma las enseñanzas de la naturaleza, así como
las de la Biblia, y las convertían en una nueva revelación.
Jesús arrancó un hermoso lirio y lo colocó en manos de los niños
y los jóvenes; y al observar ellos el propio rostro juvenil del Salvador,
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radiante con la luz del sol de la faz de su Padre, expresó la lección:
“Reparad los lirios del campo, cómo crecen [con la simplicidad de
la belleza natural]; no trabajan ni hilan; mas os digo, que ni aun
Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos”.
Entonces siguió la dulce seguridad y la importante lección: “Y si la
hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios
la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
En el Sermón de la Montaña estas palabras fueron habladas a
otros, además de los niños y los jóvenes. Fueron dirigidas a la multi-
tud, en la cual se hallaban hombres y mujeres llenos de congojas y
perplejidades, apenados por las desilusiones y el dolor. Jesús con-
tinuó: “No os congojéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué
beberemos, o con qué nos cubriremos? Porque los gentiles buscan
todas estas cosas: que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas
cosas habéis menester”. Entonces, extendiendo sus manos hacia la