Página 121 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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La fuente del poder vencedor
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momento pareció desatender el clamor de su corazón torturado.
Cuando la fe de la mujer se hubo manifestado, le dirigió palabras
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de encomio, y la envió con la preciosa bendición que había pedido.
Los discípulos nunca olvidaron esta lección, y fue registrada para
demostrar el resultado de la oración perseverante.
Fue Cristo mismo quien puso en el corazón de aquella madre la
persistencia que no pudo ser rechazada. Fue Cristo el que concedió
valor y determinación ante el juez a la viuda suplicante. Fue Cristo
quien, siglos antes, en el conflicto misterioso desarrollado junto al
Jaboc, había inspirado a Jacob la misma fe perseverante. Y no dejó
sin recompensar la confianza que él mismo había implantado.
Aquel que vive en el santuario celestial juzga con justicia. Se
complace más en sus hijos que luchan contra la tentación en un
mundo de pecado que en las huestes de ángeles que rodean su trono.
Todo el universo celestial manifiesta el más grande interés en
esta motita que es nuestro mundo; pues Cristo ha pagado un precio
infinito por las almas de sus habitantes. El Redentor del mundo ha
ligado la tierra con el cielo mediante lazos de inteligencia, pues
aquí se hallan los redimidos del Señor. Los seres celestiales todavía
visitan la tierra como en los días en que andaban y hablaban con
Abrahán y con Moisés. En medio de las actividades y el trajín de
nuestras grandes ciudades, en medio de las multitudes que atestan
la vía pública y los centros de comercio, donde desde la mañana
hasta la noche la gente obra como si los negocios, los deportes y los
placeres constituyeran todo lo que hay en la vida, en esos lugares
en que hay tan pocos que contemplan las realidades invisibles, aun
allí el cielo tiene todavía vigilantes y santos. Hay agentes invisibles
que observan cada palabra y cada acto de los seres humanos. En
toda asamblea reunida con propósitos de comercio o placer, en toda
reunión de culto, hay más oyentes de los que pueden verse con los
ojos mortales. A veces los seres celestiales descorren el velo que
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esconde el mundo invisible, a fin de que nuestros pensamientos se
vuelvan de la prisa y la tensión de la vida, a considerar que hay
testigos invisibles de todo lo que hacemos o decimos.
Necesitamos entender mejor la misión de los ángeles visitadores.
Sería bueno considerar que en todo nuestro trabajo tenemos la coope-
ración y el cuidado de los seres celestiales. Ejércitos invisibles de luz
y poder atienden a los humildes y mansos que creen en las promesas