Página 128 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
En la parábola, el pastor va en busca de una oveja, la más peque-
ñita de todas. Así también, si sólo hubiera habido un alma perdida,
Cristo habría muerto por esa sola.
La oveja que se ha descarriado del redil es la más impotente
de todas las criaturas. El pastor debe buscarla, pues ella no puede
encontrar el camino de regreso. Así también el alma que se ha
apartado de Dios, es tan impotente como la oveja perdida, y si el
amor divino no hubiera ido en su rescate, nunca habría encontrado
su camino hacia Dios.
El pastor que descubre que falta una de sus ovejas, no mira
descuidadamente el rebaño que está seguro y dice: “Tengo noventa
y nueve, y me sería una molestia demasiado grande ir en busca de
la extraviada. Que regrese, y yo abriré la puerta del redil y la dejaré
entrar”. No; tan pronto como se extravía la oveja, el pastor se llena de
pesar y ansiedad. Cuenta y recuenta el rebaño, y no dormita cuando
descubre que se ha perdido una oveja. Deja las noventa y nueve
dentro del aprisco y va en busca de la perdida. Cuanto más oscura y
tempestuosa es la noche, y más peligroso el camino, tanto mayor es
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la ansiedad del pastor y más ferviente su búsqueda. Hace todos los
esfuerzos posibles por encontrar esa sola oveja perdida.
Con cuánto alivio siente a la distancia su primer débil balido.
Siguiendo el sonido, trepa por las alturas más empinadas, y va al
mismo borde del precipicio con riesgo de su propia vida. Así la
busca, mientras el balido, cada vez más débil, le indica que la oveja
está por morir. Al fin es recompensado su esfuerzo; encuentra la
perdida. Entonces no la reprende porque le ha causado tanta molestia.
No la arrea con un látigo. Ni aun intenta conducirla al redil. En
su gozo pone la temblorosa criatura sobre sus hombros; si está
magullada y herida, la toma en sus brazos, la aprieta contra su pecho,
para que le dé vida el calor de su corazón. Agradecido porque su
búsqueda no ha sido vana, la lleva de vuelta al redil.
Gracias a Dios, él no ha presentado a nuestra imaginación el
cuadro de un pastor que regresa dolorido sin la oveja. La parábola no
habla de fracaso, sino de éxito y gozo en la recuperación. Aquí está
la garantía divina de que no es descuidada o dejada al desamparo
ni aun una de las ovejas descarriadas del aprisco de Dios. Cristo
rescatará del hoyo de la corrupción y de las zarzas del pecado a todo
el que tenga el deseo de ser redimido.