Página 129 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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La esperanza de la vida
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Alma desalentada, anímate aunque hayas obrado impíamente.
No pienses que
quizá
Dios perdonará tus transgresiones y permitirá
que vayas a su presencia. Dios ha dado el primer paso. Aunque te
habías rebelado contra él, salió a buscarte. Con el tierno corazón del
pastor, dejó las noventa y nueve y salió al desierto a buscar la que
se había perdido. Toma en sus brazos de amor al alma lastimada,
herida y a punto de morir, y gozosamente la lleva al aprisco de la
seguridad.
Los judíos enseñaban que antes de que se extendiera el amor
de Dios al pecador, éste debía arrepentirse. A su modo de ver, el
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arrepentimiento es una obra por la cual los hombres ganan el favor
del cielo. Y éste fue el pensamiento que indujo a los fariseos a
exclamar con asombro e ira: “Este a los pecadores recibe”. De
acuerdo con sus ideas, no debía permitir que se le acercaran sino los
que se habían arrepentido. Pero en la parábola de la oveja perdida,
Cristo enseña que la salvación no se debe a nuestra búsqueda de
Dios, sino a su búsqueda de nosotros. “No hay quien entienda, no
hay quien busque a Dios; todos se apartaron”
No nos arrepentimos
para que Dios nos ame, sino que él nos revela su amor para que nos
arrepintamos.
Cuando al fin es llevada al aprisco la oveja perdida, la alegría del
pastor se expresa con himnos melodiosos de regocijo. Llama a sus
amigos y vecinos y les dice: “Dadme el parabién, porque he hallado
mi oveja que se había perdido”. Así también cuando el gran Pastor
de las ovejas encuentra a un extraviado, el cielo y la tierra se unen
en agradecimiento y regocijo.
“Habrá más gozo en el cielo de un pecador que se arrepiente,
que de noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento”.
Vosotros, los fariseos, dijo Cristo, os consideráis como los favoritos
del cielo. Pensáis que estáis seguros en vuestra propia justicia. Sa-
bed, por lo tanto, que si no necesitáis arrepentimiento, mi misión no
es para vosotros. Estas pobres almas que sienten su pobreza y peca-
minosidad, son precisamente aquellas que he venido a rescatar. Los
ángeles del cielo están interesados en los perdidos que despreciáis.
Os quejáis y mostráis vuestro desprecio cuando una de estas almas
se une conmigo; pero sabed que los ángeles se regocijan y el himno
de triunfo resuena en las cortes celestiales.